Las tentaciones que nos provoca el demonio no sobrepasan jamás nuestra capacidad de soportarlas.
Las tentaciones que nos provoca el demonio no sobrepasan jamás nuestra capacidad de soportarlas. Porque, si lo hicieran, no tendríamos ninguna culpa al no poderlas soportar. Luego, quienes caen (en pecado) no pueden argumentar, en su defensa, que las pruebas y tentaciones sufridas fueron más grandes que su capacidad de hacerles frente. Desde luego, las cosas se complican, dado que el hombre no puede vencerlas sólo con sus propias fuerzas, sino con la fuerza de Dios. Pero las fuerzas que Dios le da se le otorgan de tal forma que no resulte inútil su máximo esfuerzo o no se le exija un esfuerzo que no podría realizar. La excepción a todo esto son los milagros que se obran por medio de algunas personas. Pero talvez en estos casos esa fuerza extraordinaria otorgada a algunos es proporcional a su extraordinaria fe. En general, la frontera entre el orden natural y el que está más allá de lo natural es muy difícil de trazar, porque no es estática. En los que creen en verdad, esas fuerzas que superan lo natural, penetrando en el ser, se despiertan a distintos niveles.
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