Con Jesús por la mañana.
“Concédenos, Señor, la sencilla alegría. La que es hermana de las cosas pequeñas, de los encuentros cotidianos y de las rutinas necesarias. La que se mueve libre entre los grandes, sin uniforme ni gestos entrenados, como brisa sin amo ni codicia. Tu alegría es confiada y veraz, ve a la más pequeña criatura amada por ti con un puesto en tu corazón y en tu proyecto” (Benjamín González Buelta). ¿Cómo resuena lo cotidiano en tu corazón, te alegra o te vence el aburrimiento? Descubre a Dios en tu rutina diaria y ofrece el día por la intención del Papa.
Con Jesús por la tarde.
"Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: ¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos" (Lc 19, 41-42). En un descanso de tu jornada reflexiona: ¿Qué sentimientos te despiertan la indiferencia e injusticia que vives en tus ambientes? ¿Cómo respondes a ellas? Haz que resuene en ti: "Señor, hazme mensajero de paz" aprovecha estos instantes para actualizar el propósito de la mañana.
Con Jesús por la noche.
Rememora palabras. Trae a tu memoria las conversaciones que hoy mantuviste. ¿Qué palabras o frases escuchadas te resuenan? ¿Por qué te resuenan? ¿Qué has dicho hoy que sea significativo para ti? ¿Por qué es significativo? ¿Qué conversaciones de hoy te han dejado en paz y cuáles no? Apunta la diferencia en cada una y haz un propósito para crecer en adelante. Agradece el día.
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