Cuando se llama al hijo a algo que sea diferente de los padres, a menudo éstos lo sienten como una amenaza; por ejemplo, si el hijo quiere vivir pobremente y ellos no. En seguida nos sentimos amenazados y asustados; entonces levantamos barreras para proteger nuestra forma de actuar y nuestra sensación de que somos hombres capacitados y poderosos. Cuanto más faltos estamos de libertad interior, más necesidad tenemos de amontonar riquezas y de sentirnos virtuosos y capaces de seguir el orden establecido. Pero no es eso lo importante. Lo importante es crecer en la libertad interior, en la libertad para encontrarse con la gente; para acogerla; para distinguir en qué podemos responderle; para aprender a mirarla sin miedo; para aprender a detenernos junto a la persona herida.
Tal como hizo el buen samaritano. ¿Qué va a ser del hombre herido si no me detengo?
Jean Vanier, No temas amar, P79
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