viernes, 24 de noviembre de 2017

Meditación: Lucas 19, 45-48

Los enemigos de Jesús lo perseguían como gavilanes, pero no lograban encontrar una oportunidad propicia para acusarlo porque sus seguidores eran muchos y todos le escuchaban con gran atención. 

Pero no se debía a que Cristo fuera un gran orador; la atracción que la gente sentía se debía a que él enseñaba con autoridad. Él, que es la Palabra de Dios, pronunciaba la Palabra de Dios, que es “viva, eficaz y más penetrante que una espada de dos filos” (Hebreos 4, 12). Solía citar la Palabra de Dios para refutar a sus enemigos, como las muchas veces que resolvía las discordias sentenciando: “Está escrito…”

¿No es cierto que todos tenemos “enemigos” en el corazón que siempre están tratando de dominarnos y de desterrar a Jesús de nuestra vida? ¿Acaso no tenemos armarios interiores donde guardamos dudas, resentimientos y otras tentaciones? Por suerte, tenemos un arma que nos ayuda a derrotar a estos enemigos: la Palabra de Dios, que desenmascara las mentiras del diablo y rechaza las tendencias de la naturaleza caída.

En esto, la lectura diaria de la Biblia es un instrumento poderoso. Las verdades y promesas de Dios que aprendamos de memoria para reafirmarlas en momentos de inseguridad, cólera o duda, nos ayudan a combatir eficazmente a estos enemigos. Cuando recordamos las oraciones de confianza en Dios que aparecen en los Salmos o las palabras de consolación que leemos en los Evangelios también nos ayudan a construir nuestra vida sobre el fundamento seguro de la esperanza y la confianza, y así no seremos tan propensos a ceder a las emociones negativas en las que el mundo nos quiere hacer caer.

Es cierto que no podemos asimilar toda la Escritura de una sola vez, pero es provechoso tener una Biblia de fácil redacción y comenzar a rezar con las lecturas de la Misa diaria o alguno de los Evangelios. Subraya los versículos o anota las palabras que más te impresionen y te lleguen al corazón. Luego, coloca estas citas en algún lugar visible de tu casa para que te hagan recordar la poderosa presencia de Dios y verás que, en poco tiempo, tus enemigos empezarán a desaparecer.
“Amado Jesús, me maravillo del poder de tu palabra. Haz que brote en mí una sed más profunda de recibir tu Palabra para que yo crezca en sabiduría y confianza.”
1 Macabeos 4, 36-37. 52-59
(Salmo) 1 Crónicas 29, 10-12
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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