Esta viuda pobre puso más que todo el resto.Lucas 21, 3
¡Qué extraordinaria generosidad manifestada en apenas dos moneditas! Era todo lo que ella tenía, de modo que fue sin duda una ofrenda abundante. Esta viuda estaba dispuesta a depender literalmente del cuidado y la providencia de Dios para vivir. Lo más probable es que su donación haya sido insignificante para la mayoría de la gente que había en el Templo ese día, pero de alguna manera Jesús se dio cuenta y se llenó de gozo, porque veía que esto era lo mejor que ella podía hacer, y eso siempre complace al Señor.
¿Qué le has dado tú al Señor últimamente? No te preocupes si no es mucho. Recuerda que nadie puede retribuirle con justicia el regalo de la vida, la salvación y el Espíritu Santo que él nos ha dado. Nada es suficiente, pero sí podemos darle nuestro amor y adoración de la mejor manera que podamos. Dios no espera que le demos más tiempo del que tenemos y no lleva cuenta del dinero que le damos. Lo que realmente quiere el Señor es que le demos nuestro corazón.
Así pues, incluso si no puedes salir de tu casa o estás encarcelado, o te encuentras sirviendo en un remoto puesto en Irak, Afganistán u otro país o cumpliendo dos trabajos para ganar lo suficiente, ¡no te aflijas! Dale al Señor lo que puedas. Tal vez cinco minutos de quietud para rezar, pero dáselos. Aunque sean apenas unos minutos para leer su Palabra o sólo unas monedas para la colecta, dáselos. Aunque sea nada más que elevar tus pensamientos a él en medio del ajetreo del día, hazlo sin falta.
Tal vez tu ofrenda se parezca a las dos moneditas, pero Dios se alegra por todo lo que le das de corazón. Fuimos creados para amar a Dios con todo nuestro ser; todo lo demás que tengamos (lo que hagamos y lo que demos) brota de ese amor. Cada día puedes darle algo diferente y aunque sea poquito, si lo das con amor hace las delicias del Señor y es mucho mejor a sus ojos que dar mucho a regañadientes.
El Señor mismo dijo que hay más bendición en dar que en recibir (Hechos 20, 35) y ¡es cierto!
En efecto, lo importante no es tanto cuánto o qué es lo que se da, sino la actitud con que se ofrece algo. ¡El Señor premia la generosidad!
“Jesús, te amo con todo mi ser. Recibe hoy mi corazón, a pesar de todos los defectos que yo tenga, pero es lo mejor que tengo para ofrecerte.”
Daniel 1, 1-6. 8-20
(Salmo) Daniel 3, 52-56
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