Lucas 19, 41
“Amado Señor mío, Jesús, la compasión brota de tu corazón! Tú viste que aquello ‘que puede conducir a la paz’ se ocultaba a los ojos de tu pueblo y lloraste por ellos; te hacía sufrir, pero no te alejaste ni los condenaste. ¡Lloraste por ellos!
“Gracias, Señor, porque tú no estás distante de nosotros. Cuando nos separamos de ti, te mueven la compasión y la tristeza, no el juicio, porque no has venido a condenarnos, sino a salvarnos. Y cuando no lo vemos así porque tenemos los ojos ciegos, tú sufres con nosotros. Cuando nos privamos de tu gracia, te causa dolor y sollozas, porque puedes entrar en la miseria que nosotros mismos nos provocamos.
“Incluso cuando sufrimos físicamente, cuando morimos, tú lloras por nosotros. Así como lloraste por tu amigo Lázaro, se te conmueve el corazón cada vez que sufrimos dolores, porque tú eres nuestro hermano y deseas lo mejor para nosotros.
“Gracias, Señor, porque tu amor es mucho más que solidaridad. Tú mismo asumiste nuestra humanidad y compartiste todas nuestras emociones humanas; sufriste con nosotros y también te alegraste con nosotros. En nuestras conquistas, por pequeñas que sean, tú te alegras con nosotros y cuando tus discípulos regresaron de su primera misión, te regocijaste con ellos al ver que el Padre actuaba por medio de ellos. Cuando los novios se casaron en Caná, tú celebraste con ellos, y cuando ves que tratamos de socorrer a alguien enfermo o que tiene necesidad, sonríes.
“Jesús, déjame ver tus lágrimas cuando yo me aparto de ti y muéveme al arrepentimiento al ver en tus ojos la compasión y el amor.
“Enséñame, Señor, a reconocer tu amor. Así como tú estás cerca de cada uno de nosotros, ayúdame a no mantenerme a distancia de mis hermanos, aun si ellos dejan de amarte, suscita en mí tu compasión, para que yo vea que todos los demás son hermanos míos, que todos somos hijos del mismo Padre que está en los cielos. Ayúdame a sufrir con ellos y alegrarme con ellos, para aceptarlos y acompañarlos, tal como tú lo haces.
“Amado Señor Jesús, concédeme un corazón sensible y clemente como el tuyo, un corazón que sea compasivo y tienda a la solidaridad.”
1 Macabeos 2, 15-29
Salmo 50(49), 1-2. 5-6. 14-15
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