El Reino de Dios ya está entre ustedes.Lucas 17, 21
Los fariseos le preguntaron a Jesús cuándo llegaría el Reino de Dios, pero en realidad querían saber cuándo vendría el Mesías a restituir el trono del rey David. Ellos esperaban a un mesías que fuera un conquistador poderoso, un rey soberano o un gran general que expulsara a los opresores romanos y restableciera la dinastía davídica. Pero no entendían que los milagros y las parábolas de Jesús eran claras señales de que el Reino de Dios ya había llegado y estaba entre ellos. No lo percibían porque estaban demasiado preocupados con su propio prestigio, los honores que se expresaban mutuamente y los conceptos del mundo que les mantenía ciegos a la verdad espiritual.
¿Qué es el Reino de Dios al que se refería Jesús? ¿Dónde está y en qué consiste? El Reino de Dios, manifestado en Jesús mismo, es un reino espiritual y no temporal, que existe en el interior del corazón de cuantos han recibido a Jesucristo como Señor y se manifiesta en el mundo mediante las palabras y las acciones de los creyentes.
La llegada del Reino de Dios no significa que vayan a acabarse las pruebas y los sufrimientos. Por el contrario, aún hay padecimientos que esperan a los seguidores de Jesús. El Reino existe aquí y ahora, si bien en forma imperfecta, en la Iglesia, que es el Pueblo de Dios. Llegará a su perfección al final de los tiempos, cuando Jesús regrese en gloria. Por el momento, todos los que seguimos a Cristo experimentamos los beneficios de la ciudadanía celestial, en la medida en que le hayamos entregado la vida al Señor y vivamos conforme a sus mandamientos.
Ahora bien, podemos orar pidiendo y deseando la segunda venida del Señor, pero Jesús dijo claramente que sólo el Padre sabe la fecha y la hora, y que especular al respecto es una distracción banal e innecesaria. De hecho, el Señor nos advirtió que escucharíamos falsas profecías y rarísimas predicciones, pero que no debíamos alarmarnos. Lo importante es estar dispuestos a recibir a Cristo cuando efectivamente regrese, y el mejor modo de hacerlo es siendo fieles al Evangelio y viviendo diariamente la vida cristiana en toda su plenitud.
“Señor y Salvador mío, ayúdame a discernir tu voluntad y confiar plenamente en que, suceda lo que suceda, tú siempre estás allí para enseñarme, protegerme y guiarme.”
Sabiduría 7, 22 —8, 1
Salmo 119(118), 89-91. 130. 135. 175
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros.
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