viernes, 17 de noviembre de 2017

Meditación: Lucas 17, 26-37

Lo mismo sucederá el día en que el Hijo del hombre se manifieste.
Lucas 17, 30

En los últimos tiempos han salido muchas supuestas “revelaciones” que anuncian que el fin del mundo llegará tal día o dentro de unos meses, o algo así; son muchos los “profetas del juicio final” que advierten al resto de la humanidad que se arrepienta para no sufrir un juicio adverso en una fecha determinada. Pero Jesús dijo muy claramente que nadie, ni siquiera él mismo, sabía cuándo vendría el final.

Como no podemos predecir un hecho de tanta gravedad como éste, nos sentimos impotentes y temerosos, porque no queremos ser sorprendidos en alguna mala acción justo cuando regrese el Señor.

¿Cómo podemos estar seguros de que saldremos airosos ese día? Naturalmente no podemos quedarnos encerrados sin hacer nada para no cometer alguna travesura, porque tenemos que vivir en este mundo y afrontar las tentaciones que allí abundan. Entonces, ¿cuál es la respuesta?

Como cualquiera que juegue deportes lo sabe, la mejor defensa es una buena táctica ofensiva. ¡No te preocupes del mundo y no te preocupes de las tentaciones! Más bien, comienza cada día con una decidida actitud de ser capaz de triunfar. Cuando despiertes, proclama: “Cristo está en mí y él es mi esperanza de gloria” (v. Colosenses 1, 27). En diferentes momentos del día, haz un alto para rezar y recuerda afirmando: “El que está en mí es más poderoso que el que está en el mundo” (1 Juan 4, 4). Y cuando realmente te sientas tentado, haz tuya la declaración de fe de San Pablo: “A todo puedo hacerle frente, gracias a Cristo que me fortalece” (Filipenses 4, 13).

Nunca olvides que Dios te ama profundamente y quiere llevarte al cielo. Él se deleita en ti y piensa con mucha ilusión en el día en que llegues a su lado. Por eso, practica el entrar en su presencia y adquiere la costumbre de decirle “no” al pecado y la tentación. Si lo haces, el temor acerca de la Segunda Venida de Cristo cederá el paso a una expectante paciencia y una esperanza llena de gozo. Después de todo, ¡irás a casa de Aquel que te ha amado desde antes de la creación del mundo y que desde entonces te destinó a ser uno de los suyos!
“Señor y Salvador mío, sé que el mundo me atrae mucho. Ayúdeme a cambiar, para que me sienta más interesado aún en ir a tu lado. ¡Gracias por ser siempre fiel y verdadero!”
Sabiduría 13, 1-9
Salmo 19(18), 2-5
Fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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