jueves, 30 de noviembre de 2017

Meditación: Mateo 4, 18-22

Síganme, y yo los haré pescadores de hombresMateo 4, 19
Cada 30 de noviembre recordamos a San Andrés, probablemente el primer apóstol de Jesús, razón por la cual los ortodoxos le llaman “Proclete” (el primer llamado). Nació en Betsaida, junto al Lago de Galilea, y era hermano de San Pedro. Fue primero discípulo de Juan Bautista y uno de los dos primeros pescadores que conocieron a Jesús. Luego de una larga conversación con el Señor, fue a buscar a su hermano Pedro, también pescador, para llevarlo a Cristo, convirtiéndose así en evangelizador nato, aunque probablemente él no se diera cuenta.

La tradición dice que San Andrés predicó el Evangelio en Bitinia, Escitia y el norte de Grecia, siendo finalmente crucificado en forma de X. Lo hacía porque quería llevar a todos a una fe viva y personal en Cristo. Nuestros esfuerzos, por el poder del Espíritu Santo, pueden tener el mismo efecto si oramos y actuamos con fe.

Dice, además, la tradición que Andrés fue el fundador de la Iglesia en Constantinopla, nombre antiguo de la actual ciudad de Estambul, en Turquía, donde el Papa Francisco, sucesor de San Pedro, en noviembre de 2014 se reunió con Bartolomé, el actual heredero de San Andrés, Patriarca de Constantinopla y jefe de la Iglesia Ortodoxa.

Nosotros también somos llamados a ser discípulos y a cumplir la misión del Señor. Compartiendo con nuestros familiares, amigos y conocidos lo que Jesús hace en nuestras vidas, ayudaremos a edificar el Reino de Dios. Podemos dar testimonio de que él nos ha curado de la ceguera espiritual y nos ha mostrado que la vida de pecado que llevamos es inútil y dañina; que nos ha liberado de la prisión de los hábitos pecaminosos, nos ha revelado su amor en la cruz y nos ha llevado a una íntima comunión consigo.

Todos podemos asumir el papel de evangelizadores en nuestras familias, lugares de trabajo o vecindarios donde vivimos, porque es posible que haya muchos entre las personas que allí encontramos que nunca escucharán la buena nueva de la salvación en Cristo, si no compartimos nosotros con ellos el testimonio del amor de Jesús que hemos experimentado. Esto es lo que nos pide el Señor hoy día.
“Espíritu Santo, enséñame a ser un verdadero discípulo de Jesús, y desistir de todo lo que me impida llevar la buena noticia de la salvación a quienes tanto la necesitan.”
Romanos 10, 9-18
Salmo 19(18)S, 8-11

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