Ser instrumento del Espíritu Santo no es el resultado de nuestra perfección ni de nuestra santidad. ¡Por el contrario! Nuestro camino de santificación, de perfección, pasa necesariamente por la efusión del Espíritu Santo, pues no es posible apenas con nuestro esfuerzo. Ciertamente podemos colaborar, cooperar, dejarnos trabajar por el Señor, pero es él quien hace todo.
Nuestra conversión verdadera sucede cuando somos recreados en el Espíritu Santo. A partir de ahí, tomamos gusto por la oración, por la escucha de la Palabra de Dios, y comenzamos a participar realmente de la Misa y de los sacramentos, a trabajar en la Iglesia, cooperando con el Señor.
De esa manera no podemos, por nosotros mismos, conceder ni privar a los otros de la gracia que recibimos gratuitamente. "Quien cree en mí, de su seno, de su interior, brotarán ríos de agua viva". Basta eso.
Cuando recibí la efusión del Espíritu Santo, todo duró un día. El padre Haroldo J Rahm sj, pasó por el seminario y concedió un día de retiro a los seminaristas. Él habló sobre los dones, los carismas del Espíritu Santo, sobre la renovación carismática. En esa época no entendí lo que significaba efusión del Espíritu Santo, dones ni carismas en la perspectiva de la Renovación Carismática. Sabía lo que eran los carisma, los dones, pero no de manera como estaba sucediendo; las personas siendo curadas, orando en lenguas. La efusión tomó cuenta de mi cabeza. No entendí nada.
Mientras tanto el Señor sembró en mi corazón, un deseo muy grande. Ni sabía que la gracia era aquella que recibiría, pero la quería mucho. Cuando el padre Haroldo impuso las manos sobre mi e hizo una breve oración, no sentí nada, me pareció que nada había sucedido. Pero a la noche, solito en el patio del seminario, comencé a orar como nunca había orado en mi vida.
Todo comenzó a cambiar, fue el surgimiento del ojo del agua. Era aquella efusión en el Espíritu Santo, del modo en que Jesús habló: "De su interior correrán ríos de agua viva". Sabemos que un río de agua viva nace de un "ojo de agua", no hay otra forma. Fue así en mi vida; será así en la tuya.
Después de tres meses, fui a hacer una experiencia de oración con el padre Haroldo y llevé a tres jóvenes conmigo; fue entonces que, oyendo las enseñanzas sobre efusión del Espíritu y los dones, comencé a entender lo que estaba sucediendo conmigo. En tres meses, Dios me dio la gracia de experimentar muchas cosas nuevas. Mi sacramento y mi vida cambiaron y se volvió más verdadero el arrepentimiento de mis pecados.
Allí, en la experiencia de oración, encontré la explicación de aquello que, por la gracia de Dios, estaba viviendo.
¿Quieres o no quieres ser transformado por el Espíritu Santo? No conozco el grado de tu aridez, de tus dificultades espirituales, sólo sé que llegó la hora: el Señor quiere que bucees en la gracia de la efusión del Espíritu Santo.
Digamos al Señor:
"Señor Jesús, quiero recibir la efusión del Espíritu Santo, como dice Tu Palabra: "Seréis bautizados". Quiero verme bañado por Tu Espíritu, poseído, hasta las últimas fibras de mi ser, por el Espíritu Santo de Dios. ¡Ven, Espíritu!
Sí, Jesús, dame Tu Espíritu.
Plenifícame, Señor. Derrama sobre mi Tu Consolador.
Señor, concédeme la gracia. Pido que manen de mi ríos de agua viva, que se realice en mi la promesa: "Seréis bautizados en el Espíritu Santo!. Realiza la Palabra, Señor Jesús: "De tu interior correrán ríos de agua viva!. Realiza la Palabra: "Descenderá sobre ustedes el Espíritu Santo, Recibiréis fuerza, poder y seréis mis testigos hasta los confines de la tierra".
Ven, Espíritu Santo, porque preciso de Tí ahora. Cubre a cada uno de los míos (nombre cada persona que deseas bendecir) y conduce a Tu Iglesia. Ven, Espíritu Santo, derrámate sobre nosotros. Jesús, Tú eres el bautizador; bautízanos en el Espíritu Santo. Precisamos de esta gracia. Cúmplase, Señor, Tu Palabra. Amén!
Artículo del libro: "Aspirai aos dons espirituais", mons. Jonas Abib
Adaptación y traducción del original en português.
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