Espiritu Santo es presencia viva de Dios en la Iglesia, dice el Papa
Francisco habló sobre la conversión de los primeros paganos al cristianismo, destacando la necesidad de abrir siempre las puertas al Espíritu Santo, que guía la Iglesia.
“¿Quién somos nosotros para cerrarle las puertas al Espíritu Santo?”. Esta pregunta guió la homilía del Papa Francisco, en la Santa Misa de este lunes 12, en la Casa Santa Marta. Una reflexión dedicada a la conversión de los primeros paganos al Cristianismo. El Santo Padre destacó que el Espíritu de Dios es aquel que hace que la Iglesia siga delante, más allá de los límites.
El Espiritu sopla donde quiere, pero una de las tentaciones más recurrentes de quien tiene fe es de trabar su camino e intentar guiarlo para otra dirección. Es una tentación que no es extraña ni para los primeros tiempos de la Iglesia, como lo demuestra la experiencia que vive Simón Pedro, en el pasaje de los Hechos de los Apóstoles, en la liturgia del día.
Una comunidad de paganos celebra el anuncio del Evangelio, y Pedro es testigo ocular de la venida del Espíritu Santo, pero primero, vacila tener contacto con lo que siempre había considerado como “impuro”; después, sufrió dos criticas de los cristianos de Jerusalén, escandalizados por el hecho de que su líder había comido con los “incircuncisos” y se había bautizado. Un momento de crisis interna, que el Papa toma con cierta ironía.
“Aquella era una cosa que no se podía pensar. Si por ejemplo mañana, llegase una expedición de marcianos y algunos de ellos se nos acercan. Marcianos verdes, con aquella nariz y orejas grandes, como son pintados por los niños…y alguien dijera: “¡Quiero el bautismo!” ¿Qué sucedería?”.
Francisco explicó que Pedro comprendió el error cuando una visión le iluminó una verdad fundamental: aquello que fue purificado por Dios no puede ser llamado “profano” por nadie. Y al narrar esos hechos a la multitud que lo criticaban, el apóstol, recordó el Papa, tranquilizó a todos con esta afirmación: “Si, por lo tanto, Dios dio a ellos el mismo don que nos dio a nosotros, por haber creido en el Señor Jesucristo, ¿quién soy yo para poner impedimento a Dios?”.
“Cuando el Señor nos hace ver el camino, ¿quiénes somos nosotros para decir: ‘¡No, Señor, no es prudente! No, hagamos así…’ Pedro, en aquellas primeras diócesis – la primera diócesis fue Antioquía -, toma esta decisión: ‘¿Quien soy yo para poner impedimentos? ‘. Una bella palabra para los obispos, para los sacerdotes y también para los cristianos. Pero, ¿quiénes somos nosotros para cerrar las puertas?”.
El Santo Padre reiteró que, aun hoy, Dios ha dejado la conducción de la Iglesia en las manos del Espíritu Santo, Aquel que enseñara todo y hará con que los hombres recuerden lo que Jesús enseñó.
“El Espíritu Santo es la presencia viva de Dios en la Iglesia. Es aquello que la hace caminar siempre más, más allá de los limites. El Espíritu Santo, con sus dones, guía la Iglesia. No es posible entender a la Iglesia de Jesús sin el Paráclito. (….) Para usar una palabra de San Juan XXIII: es justamente el Espíritu Santo que actualiza la Iglesia. Y nosotros cristianos debemos pedir al Señor la gracia de la docilidad al Espíritu Santo, que nos habla en el corazón, en las circunstancias de la vid, en la vida eclesial, en las comunidades cristianas, habla con nosotros siempre”.
De la redacción
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