miércoles, 6 de enero de 2016

Meditación: Marcos 6, 45-52

Creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar.
Marcos 6, 49

¿Por qué nos toca pasar por tantas situaciones de miedo e inseguridad? Incluso los más valientes pasan por ocasiones en las que se sienten prácticamente paralizados por la inseguridad y el peligro; pero Dios quiere que sepamos que el temor viene de un concepto limitado de su amor. Piense en el pasaje de los apóstoles que se llenaron de pánico en medio de la tormenta. Viendo que luchaban contra el oleaje, Jesús se acercó caminando sobre el agua; pero en lugar de llenarse de alegría, los Doce se sintieron aterrorizados. Claramente, no habían entendido quién era Jesús y creían que veían un fantasma.
Nosotros también tenemos temores. ¿Cómo reacciona usted cuando se ve frente a la posibilidad de sufrir dolor, en peligro de muerte o ante una pobreza repentina, la pérdida de seres queridos o el fracaso en sus planes? ¡Y cuántos temen incluso, en lo profundo de su ser, que Dios deje de amarlos por los pecados cometidos y por sus debilidades!
Pero el Espíritu Santo siempre procura fortalecer nuestra fe y darnos a conocer el asombroso y perfecto amor de Dios. En el Señor tenemos plena seguridad y no hay nada que temer. El Padre nos ha dado a su Hijo Jesús para nuestra salvación eterna (1 Juan 4,14), y él permanece en nuestro ser mediante el Espíritu Santo, comunicándonos confianza, alegría y fortaleza frente a las luchas de la vida diaria. El Señor quiere equiparnos con diversos dones espirituales para que estemos dispuestos a realizar con alegría la misión que desea darnos.
Cuando nos asalte el miedo, recordemos que Dios es eterno y perfecto y que su plan se cumplirá y nos concederá paz, esa paz que no es como la frágil tranquilidad que comunica el mundo a fuerza de conseguir poder, riquezas y obras extraordinarias. Dios es digno de nuestra fe y sus designios son magníficos. Deja que la lluvia refrescante de su amor caiga con generosidad sobre tus necesidades físicas y espirituales y aprende a rendir tu corazón a la gracia del Señor.
“Padre eterno, te ruego que me llenes de tu amor. Pongo en tus manos todos mis temores, porque sé que tienes el poder para sanarme por completo. Deposito toda mi confianza en ti y en tu voluntad perfecta.”
Fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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