domingo, 6 de marzo de 2016
AYUNO DE INJUSTICIA
«Usar a Dios para cubrir la injusticia es un pecado gravísimo». Una severa advertencia contra las injusticias sociales, sobre todo las provocadas por quienes explotan a los trabajadores, expresó el Papa Francisco durante la misa celebrada el viernes 20 de febrero, por la mañana, en la capilla de Santa Marta.
El Pontífice partió de la oración con la que al inicio del rito se elevó al Señor la petición «de acompañarnos en este camino cuaresmal, para que la observancia exterior corresponda a una profunda renovación del Espíritu». Es decir, aclaró, para que «lo que nosotros hacemos exteriormente tenga una correspondencia, tenga frutos en el Espíritu»: en resumen, «que la observancia exterior no sea una formalidad».
Para hacer más concreta su reflexión, el Papa Francisco puso el ejemplo de quien practica el ayuno cuaresmal pensando: «Hoy es viernes, no se puede comer carne, me prepararé un buen plato de frutos del mar, un buen banquete... Yo lo cumplo, no como carne». Pero así —afirmó inmediatamente— «pecas de gula». Por lo demás, precisamente «esta es la distinción entre lo formal y lo real» acerca de lo que habla la primera lectura de la liturgia, tomada del libro del profeta Isaías (58, 1-9a). En el texto la «gente se lamentaba porque el Señor no atendía a sus ayunos». Por su parte el Señor corrige al pueblo, con palabras que el Pontífice resumió así: «El día de vuestro ayuno, atendéis vuestros asuntos, oprimís a vuestros empleados. Vosotros ayunáis entre disputas y altercados y golpeando con puños injustos». Por ello «esto no es ayuno, no comer carne pero luego hacer todas estas cosas: altercar, explotar a los empleados» y otras cosas más.
También Jesús, añadió el Papa Francisco, «condenó esta propuesta de la piedad en los fariseos, en los doctores de la ley: observar muchas cosas exteriores, pero sin la verdad del corazón». El Señor, en efecto, dice: «No ayunéis más como lo hacéis hoy, cambiad el corazón. ¿Y cuál es el ayuno que yo quiero? Desatar las cadenas injustas, romper los vínculos del yugo, dar la libertad a los oprimidos y romper toda atadura, compartir el pan con el hambriento, dejar espacio en casa a los necesitados, a los sin techo, vestir a quien ves desnudo sin descuidar a tus parientes, haciendo justicia». Este, precisó el Papa, «es el verdadero ayuno, que no es sólo exterior, una observancia exterior, sino un ayuno que nace del corazón».
A continuación el Pontífice hizo notar cómo «en los escritos» está «la ley hacia Dios y la ley hacia el prójimo», y cómo ambas van juntas. «Yo no puedo —explicó— decir: cumplo los tres primeros mandamientos... y los demás más o menos. No, están unidos: el amor a Dios y el amor al prójimo forman una unidad y si quieres hacer penitencia, real no formal, debes hacerla ante Dios y también con tu hermano, con el prójimo». Basta pensar en lo que dijo el apóstol Santiago: «Tú puedes tener mucha fe, pero la fe sin obras está muerta; ¿para qué sirve?».
Lo mismo es válido para «mi vida cristiana», comentó el Papa Francisco. Y a quien busca tranquilizar la conciencia asegurando: «Yo soy un gran católico, padre, me gusta mucho... Yo voy siempre a misa, todos los domingos, comulgo...», el Papa respondió: «Está bien. Y, ¿cómo es la relación con tus empleados? ¿Les pagas en negro? ¿Les pagas el justo salario? ¿Depositas las aportaciones para la pensión? ¿Y para asegurar la salud y las prestaciones sociales?». Lamentablemente, destacó, muchos «hombres y mujeres tienen fe, pero dividen las tablas de la ley: “Sí, yo hago esto”. — “¿Pero das limosna?”. —“Sí, siempre envío un cheque a la Iglesia”. —“Está bien. Pero a tu iglesia, a tu casa, con los que dependen de ti, sean los hijos, los abuelos, los empleados, ¿eres generoso, eres justo?”». En efecto, fue su constatación, no se puede «dar limosnas a la Iglesia cometiendo una injusticia» con los propios empleados. Y eso es precisamente lo que el profeta Isaías hace comprender: «No es un buen cristiano el que no es justo con las personas que dependen de él». Y no lo es tampoco «el que no se desprende de algo necesario para darlo a otro que tenga necesidad».
Por lo tanto, «el camino de la Cuaresma es doble: a Dios y al prójimo». Y debe ser «real, no meramente formal». El Papa Francisco volvió a afirmar que no se trata sólo «de no comer carne el viernes», es decir, de «hacer alguna cosita» y luego dejar «crecer el egoísmo, la explotación del prójimo, la ignorancia de los pobres». Es necesario dar un salto de calidad, pensando sobre todo en quien tiene menos. El Pontífice lo explicó dirigiéndose idealmente a cada fiel: «¿Cómo estás de salud tú que eres un buen cristiano?”. —“Gracias a Dios bien; pero incluso cuando necesito voy inmediatamente al hospital y como soy socio de una mutualidad, me hacen una visita de inmediato y me dan las medicinas necesarias». —«Es algo bueno, da gracias al Señor. Pero, dime, ¿has pensado en los que no tienen esta asistencia social con el hospital y que cuando llegan deben esperar seis, siete, ocho horas?». No es una exageración, confesó el Papa Francisco, revelando que escuchó una experiencia de este tipo por parte de una mujer que los días pasados esperó ocho horas para una visita urgente.
El pensamiento del Papa se dirigió a toda la «gente que aquí en Roma vive así: niños y ancianos que no tienen la posibilidad de ser atendidos por un médico». Y «la Cuaresma sirve» precisamente «para pensar en ellos»; para preguntarnos qué podemos hacer por estas personas: «Pero, padre, están los hospitales». — «Sí, pero debe esperar ocho horas y luego te dan el turno para dentro de una semana». En cambio, observó, habría que preocuparse sobre todo de las personas que atraviesan situaciones de dificultad y preguntarse: «¿Qué haces por esa gente? ¿Cómo será tu Cuaresma?». — «Gracias a Dios yo tengo una familia que cumple los mandamientos, no tenemos problemas...». — «Pero en esta Cuaresma, ¿hay sitio en tu corazón para los que no cumplieron los mandamientos, para los que se han equivocado y están en la cárcel?» — «Pero, con esa gente yo no...» — «Pero si tú no estás en la cárcel es porque el Señor te ha ayudado a no caer. ¿Tienen los presos un sitio en tu corazón? ¿Tú rezas por ellos, para que el Señor los ayude a cambiar de vida?».
De aquí la oración conclusiva dirigida por el Papa Francisco al Señor a fin de que acompañe «nuestro camino cuaresmal» haciendo que «la observancia exterior corresponda con una profunda renovación del Espíritu».
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