viernes, 11 de marzo de 2016

Comprendiendo La Palabra

Juan Taulero (c. 1300-1361), dominico en Estrasburgo 
Sermón 12, martes antes de Ramos
« Jesús también fue a la fiesta..., pero en secreto »

Jesús dijo: « Mi tiempo no ha llegado todavía, el vuestro está siempre dispuesto...Subid vosotros a la fiesta. Yo no subo a esta fiesta porque mi tiempo no se ha cumplido todavía » (Jn 7, 6-8). ¿Qué es exactamente esta fiesta a la que nuestro Señor nos dice de subir y cuyo tiempo es en cualquier momento? La fiesta la más excelente y la más verdadera, la fiesta suprema, es la celebración de la vida eterna, es decir, la felicidad eterna donde estaremos realmente cara a cara con Dios. Esto es, no podemos verlo aquí abajo, pero la que podemos ver, es un anticipo de aquella, una experiencia de la presencia de Dios en el espíritu por la alegría interna que nos da un sentimiento tan íntimo. El tiempo que sigue siendo nuestro, es para buscar a Dios y continuar el sentimiento de su presencia en todos nuestros trabajos, nuestra vida, nuestro querer y nuestro amor. Por lo tanto, nosotros debemos elevarnos por encima de nosotros mismos y todo lo que no es Dios, no queriendo y no amando más que a solo Dios, con toda pureza y ninguna otra cosa más. Este tiempo es todos los instantes.

Este verdadero tiempo de la fiesta de la vida eterna, todos lo desean, es un deseo natural, puesto que todos los hombres, naturalmente, quieren ser felices. Pero el deseo no es suficiente. Debemos seguir y buscar a Dios por sí mismo. El anticipo del verdadero y gran día de la fiesta, a mucha gente le encantaría tenerlo y se quejan de que no se les da. Cuando en la oración, no experimentan, en las profundidades de sí mismos, un día de fiesta y no sienten la presencia de Dios, les duele. Rezan menos y lo hacen con mal humor, diciendo que no sienten a Dios y que esta es la razón por la que la acción y la oración les contraría. Eso es lo que el hombre nunca debe hacer. Nunca debemos hacer cualquier trabajo con tibieza, porque Dios está siempre presente, incluso si no lo sentimos, porque Él ha entrado secretamente en la fiesta.

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