miércoles, 9 de marzo de 2016
La gracia en el desierto
El Sacramento de la Reconciliación en Cuaresma (Un examen de conciencia)
Después de 40 años de deambular por el desierto, cuando el pueblo estaba a punto de entrar en la Tierra Prometida, Dios ordenó a los israelitas que fueran fuertes y valientes (Josué 1, 6) y supieran que si bien realmente les había prometido un hogar donde vivir, ellos tenían que cooperar con el Señor a fin de recibir esta herencia.
De modo similar, Dios nos llama a cada uno de nosotros a ser fuertes y valerosos para que lleguemos a experimentar su libertad y gracia durante nuestra peregrinación cuaresmal por “el desierto.” Jesús ya venció el pecado y ahora nos exhorta a mantenernos firmes en la fe; nos llama a confiar en que, si lo seguimos fielmente obedeciendo sus mandamientos y viviendo según el amor, la gracia de nuestra redención nos llegará como un río caudaloso que nos llenará el corazón.
Esta es la razón por la cual el Sacramento de la Reconciliación es tan importante. Toda vez que nos volvemos a Dios y reconocemos nuestros pecados, el Señor nos purifica para que sigamos avanzando hacia la “Tierra Prometida” que él ha dispuesto para nosotros. El examen de conciencia que sigue, aun cuando no es exhaustivo, es útil para reconocer aquellos aspectos de la vida en los que tal vez usted no ha acatado la llamada a ser fuerte en el Señor. Considere en oración las preguntas que siguen y pídale al Espíritu Santo que le muestre de qué cosas usted necesita arrepentirse y cambiar. Si lo hace, sepa que Dios se complace en perdonarnos y fortalecernos para que recibamos todas las promesas que él nos ha dado.
Amor a Dios (Marcos 12, 28-30; Juan 14, 23-24). ¿De qué modo pongo a Dios antes que todo lo demás? ¿Dejo tiempo durante el día para entrar en su presencia y hacer oración? ¿Demuestro respeto y gratitud a la Iglesia de Dios y sus leyes?
Amor al prójimo (Lucas 10, 25-37; Juan 13, 12-15). ¿Recuerdo alguna ocasión en la que yo no haya demostrado amor y cuidado a aquellos que el Señor ha puesto en mi vida? ¿Ha habido momentos en que no haya querido postergar mis propios deseos o necesidades para ayudarles en las suyas? ¿Recuerdo alguna vez que yo no haya tratado a alguien con el respeto y la dignidad que merece un hijo de Dios?
Misericordia (Mateo 18, 21-35; Juan 8, 1-11). ¿Hay situaciones en las cuales me cuesta bastante perdonar a alguien que me haya ofendido o tratado injustamente? ¿Hay grupos de personas que yo haya juzgado negativamente por su posición social, su raza o su apariencia? ¿Ha habido ocasiones en que no haya creído que Dios perdona sin condiciones y por lo tanto yo tampoco haya querido perdonar a alguien?
Humildad (Marcos 10, 13-16; Filipenses 2, 6-11). ¿Suelo recordar a menudo que los talentos y habilidades que yo tengo vienen de Dios? ¿Trato a cuantos veo día a día como hijos de Dios, sin fijarme en su clase social o estilo de vida? ¿Hasta qué punto confío en el Señor, en su gracia y poder durante el día?
Generosidad (Marcos 6, 30-34; Lucas 6, 38). ¿Me cuesta compartir mi tiempo y dones con otras personas? ¿Soy generoso cuando doy dinero a las instituciones de caridad que atienden a los pobres y los necesitados? ¿Es Dios la fuente de mi confianza y mi sentido de realización personal, o me siento más seguro confiando en las posesiones materiales que tengo?
Valentía (Josué 1, 7-9; Mateo 23, 37-39). ¿Recuerdo situaciones en las que yo debí haber dicho la verdad con amor pero no lo hice? ¿Hago todo lo que puedo para pronunciarme en contra de las injusticias y proteger a los no nacidos, los pobres y los indefensos? ¿Ha habido situaciones recientes en las que no haya reafirmado mi fe cuando alguien me criticó por mi religión o mi Iglesia?
Fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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