Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada, pero algunos de ellos decían: "Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios". Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo. Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: "Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes. Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.
RESONAR DE LA PALABRA
Carlos Latorre, cmf
¡Buenos días, amigos!
A veces he oído a personas de buen corazón que dicen: “Ojalá fuera rico o rica, Padre, para poder ayudar más a tantos pobres que no tienen ni para comer ni para vestir, que no tienen trabajo…” La verdad es que para ayudar a otros no hace falta ser rico, basta estar decidido a hacerlo en la medida de las posibilidades que uno tiene. Jesús nos recuerda que el que da un vaso de agua en su nombre tendrá recompensa.
En el calendario de la Iglesia católica tenemos hoy el ejemplo admirable de la familia de un banquero rico de Estados Unidos que inculcó a sus tres hijas la preocupación por los pobres. Catalina Drexel es santa y la Iglesia nos la propone como modelo de santidad por sus virtudes, sobre todo por su caridad con los pobres.
Francisco A. Drexel, su padre, era un banquero reconocido y hombre de fe. Proporcionó a su familia una vida desahogada. Su madrastra Emma Bouvier, educó a Catalina y a sus dos hermanas en la generosidad. La señora Drexel creía que Dios le otorgó riqueza a la familia para ayudar al prójimo, por eso frecuentemente se llevaba a sus hijas a que le ayudaran en la distribución de alimentos, medicinas, ropa y dinero para los pobres. Estas experiencias marcaron el futuro de Catalina.
La pasión de su vida fueron las escuelas de los niños indígenas americanos. Preocupada por la gran necesidad en que se encontraban los indios americanos, Catalina le pidió al Papa León XIII, durante una audiencia en 1887, que enviara más misioneros al estado de Wyoming. El papa le respondió, "¿Por qué no te haces tú misionera?”
Fiel a esta llamada, Catalina estableció 145 misiones católicas, doce escuelas para los nativos americanos y cincuenta escuelas para los afroamericanos. Durante su vida regaló unos veinte millones de dólares, principalmente para estas causas.
En 1935 Catalina sufrió un grave ataque al corazón. Dos años más tarde se retiró y cumplió el deseo de su corazón: dieciocho años dedicados a la vida de oración. Murió en 1955 a la edad de 97 años.
La enorme herencia de Catalina fue distribuida entre las 29 organizaciones benéficas favoritas de su padre. Ni un centavo fue a parar a su propia comunidad. Quería que sus hermanas vivieran de la fe, confiando en Dios y no en el dinero.
Fue declarada santa en Roma el 1 de octubre de 2000 por San Juan Pablo II.
Veamos ahora qué nos enseña la lectura bíblica de hoy:
Dios recuerda por medio del profeta Jeremías que en ningún momento ha exigido sacrificios ni holocaustos; en cambio, sí ha exigido a su pueblo obediencia y fidelidad. La permanencia en la tierra prometida depende de la obediencia del pueblo a los mandamientos de Dios.
Los contemporáneos de Jesús no negaban su combate incansable contra el mal. ¿Pero de dónde procedía su poder? Sus adversarios decían que estaba endemoniado. Jesús les demuestra que su poder proviene de Dios y que es un poder para hacer el bien a toda la humanidad.
Hoy día también nosotros sufrimos el acoso del Mal en las formas más inesperadas. Pero no estamos solos, basta invocar el NOMBRE SANTO DE JESÚS para defendernos de los ataques del Maligno. No hay que tener miedo, pues con Jesús lo podemos todo.
Vuestro hermano en la fe.
Carlos Latorre
Misionero Claretiano
Comentario publicado en Ciudad Redonda
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