Se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos. Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua. [Porque el Angel del Señor descendía cada tanto a la piscina y movía el agua. El primero que entraba en la piscina, después que el agua se agitaba, quedaba curado, cualquiera fuera su mal.]Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: "¿Quieres curarte?". El respondió: "Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes". Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y camina". En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado, y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: "Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla". El les respondió: "El que me curó me dijo: 'Toma tu camilla y camina'". Ellos le preguntaron: "¿Quién es ese hombre que te dijo: 'Toma tu camilla y camina?'". Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí. Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: "Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía". El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.
Pedro Belderrain, cmf
Queridos hermanos y hermanas,
Seguimos adentrándonos en el Cuarto Evangelio. Durante tres días podremos contemplar y alimentarnos del capítulo 5. Los estudiosos nos dicen que nos encontramos ante uno de los fragmentos más profundos de la obra de Juan. Estamos en pleno ‘libro de los signos’. Hoy volvemos a ser testigos de una manifestación del poder de Jesús. El escenario ha cambiado, y no es nada secundario: nos encontramos en el Templo de Jerusalén, en la piscina de Betesda. Rodean a Jesús enfermos, ciegos, cojos, paralíticos… Esta vez no es el enfermo quien toma la iniciativa, sino el Jesús que le mira. Sus palabras vuelven a ser rotundas y efectivas: “Levántate, toma la camilla y echa a andar”. Y de repente la enfermedad de treinta y ocho años desaparece. La gracia de Dios, que libera y desentumece, vuelve a manifestarse con claridad. ¡Y por si alguien tiene alguna duda Jesús actúa de nuevo en sábado!
Hoy también podemos fijarnos en muchas cosas. En el capítulo dos del Evangelio Jesús ha convertido el agua en vino y dejado bien claro que ha comenzado un tiempo nuevo. La boda, la alianza, el vino, la alegría hablan de nueva creación. Ese trasfondo impregna también el texto de hoy: el paralítico puede abrir una etapa completamente nueva en su vida. La Palabra de Dios, tan eficaz en la primera creación -cuando el Padre fue llamando a la vida a los astros, los planetas, los animales, el ser humano- vuelve a serlo en esta nueva creación que se hace patente en el Resucitado: “levántate, toma la camilla y echa a andar”.
El pasado es para muchos hombres y mujeres de hoy una rémora, un lastre. La vida va dejándonos rasguños y cicatrices; con frecuencia el paso del tiempo y la lentitud de los cambios mina poco a poco nuestra moral: ¿a dónde vamos a ir ya?, ¿podremos celebrar una Pascua realmente nueva?, ¿es todavía posible el cambio (el cambio del mundo, el cambio de mi comunidad, de la Iglesia, mi cambio)? Hoy la Palabra deja muy claro que sí: el Señor de la Vida puede hacer que nuestras camillas pasen a formar parte del pasado. Aunque sea sábado, aunque nadie pueda meternos en la piscina cuando se remueve el agua.
¡Señor, aumenta nuestra fe! ¡Ayúdanos a creer que haces nuevas de verdad todas las cosas!
Comentario publicado por Ciudad Redonda
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