(Mt 6,22)
Con dos alas se levanta el hombre de lo terreno, que son: simplicidad y puridad. La simplicidad está en la intención y en la pureza del afecto. La simplicidad busca a Dios, la pureza lo encuentra y lo gusta. Ninguna obra buena te resultará difícil si estás interiormente libre de todo afecto desordenado. Si tú sólo quieres lo que Dios quiere y lo que es útil a tu prójimo, entonces gozarás de libertad interior. Si tu corazón es recto, toda criatura será como un espejo de vida y un libro lleno de santas instrucciones. No existe criatura tan insignificante y tan deleznable que no refleje de alguna manera la bondad de Dios. Si poseyeras suficiente inocencia y pureza, verías todo sin obstáculos. Un corazón puro penetra cielo y tierra. Cada uno juzga de las cosas exteriores según lo que alberga en su corazón. Si hay alegría alguna en el mundo, la posee el corazón puro.
Imitación de Cristo, tratado espiritual del siglo XV
II,4 (El Kempis)
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