«La guerra comienza en el corazón. Que el Señor nos dé paz en el corazón, nos quite todo deseo de codicia, de lucha. Todos somos hijos de Dios. No existe un dios de guerra. El que hace la guerra es el maligno, el diablo, que quiere matarnos. Pensemos hoy, no solo en las bombas, en los muertos, en los heridos, también en la gente, ancianos y niños, que no pueden llegar a las ayudas humanitarias para comer. No pueden acceder a las medicinas. Tienen hambre, enfermos. Porque las bombas lo impiden por aquellos que tienen cosas, que tienen éxito»
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