El enemigo le tiene odio a Nuestra Señora, él no quiere que ella sea reconocida. Buscó, por lo tanto, entre los cristianos alguien que la combatiera. Quiso inyectar como un veneno entre los propios cristianos el odio que tenía contra la Mujer. Esa es la acción típica del enemigo: esconderse detrás de las personas que acaban siendo su instrumento. Es así como Pedro cayó en la tentación y negó a Jesús, y así algunos de nuestros hermanos cayeron en tentación. El enemigo colocó en el corazón de ellos una aversión a María. Y esa aversión los llevó a negar a la Madre del Señor.
No se puede explicar esa aversión sino diciendo, con dolor, que ellos cayeron en la tentación, contrajeron el veneno de aquel de quien dice la Escritura: “Pondré enemistad entre tú y la mujer, entre tu descendencia y la de ella”. (Gn 3,15a).
Es terrible decir eso, pero, actuando así, se colocan del lado de la serpiente y no al lado de la Mujer. Por negarse a realizar la primera bienaventuranza. “Todas las generaciones, de ahora en adelante, me llamarán feliz, porque el Poderoso hizo en mi grandes cosas” (Lc 1,48b-49).
Digo a todos mis hermanos: ¡solo podemos hacer parte de esa generación que proclama a María bienaventurada! Ella es la Madre del Señor y la más bendita entre todas las mujeres.
Tu hermano,
Monseñor Jonas Abib.
Fundador de la Comunidad Canción Nueva
No hay comentarios:
Publicar un comentario