Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo:El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo.Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir.De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: 'Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas'.Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio;y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad.Luego dijo a sus servidores: 'El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él.Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren'.Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta.'Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?'. El otro permaneció en silencio.Entonces el rey dijo a los guardias: 'Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes'.Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos hermanos:
Algunos estudiosos de la Escritura insinúan que el texto evangélico de hoy está formado por dos parábolas inicialmente independientes que se han agrupado por su afinidad. La primera (vv. 1-10) nos habla claramente de la voluntad salvífica del Padre, que invita al banquete del Reino a hombres y mujeres de toda raza, lengua, pueblo y nación, y de la dureza de corazón con que el primer Israel fue rechazando esa invitación. Una vez más Israel podemos ser nosotros: unos nos vamos al campo, otros a nuestros negocios, otros… y la llamada del Señor pasa a un segundo lugar. No falta quien llega a responder con violencia a los enviados del Señor. Pocos versículos antes el evangelista ha recogido lo que solemos llamar la parábola de los viñadores homicidas.
La segunda parábola (vv. 11-14) advierte de que no todos los invitados que llegan a acercarse al banquete lo hacen en las condiciones adecuadas. Hay quien no lleva un traje apropiado. Las palabras usadas por Jesús nos resultan duras: “atadlo, echadlo fuera, allá será el llanto y el crujir de dientes”. En casi todos nuestros países hay normas y costumbres que indican cómo hemos de vestirnos según la circunstancia: nadie en su sano juicio se pone la misma ropa para ir a bañarse a la playa que para asistir a un funeral. La Carta a los Colosenses nos invita a revestirnos de “profunda compasión, amabilidad, humildad, mansedumbre, paciencia”; la dirigida a los Efesios a lucir el cinturón de la verdad y la coraza de la justicia. Que el amor real y efectivo al Padre y a los hermanos, hecho gestos concretos de vida, sea nuestro mejor traje.
CR
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