lunes, 3 de septiembre de 2018

Meditación: Lucas 4, 16-30

El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva.
Lucas 4, 18


Iniciado su ministerio público, Jesús regresó a Nazaret. El día sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre, para enseñar. San Lucas, al escribir este pasaje, trató de dar a sus lectores una visión de todo el mensaje del Evangelio. En pocos versículos, leemos que Jesús enseñaba, realizaba señales y milagros, daba cumplimiento a las Escrituras, era rechazado con violencia por su propia gente y, finalmente, por milagro escapó de la muerte.

De esta manera, podemos apreciar que la misión de Cristo era radicalmente seria. Vino a proclamar la Buena Nueva a cuantos se reconocían pobres y necesitados; abrir los ojos a los ciegos, para que éstos contemplaran la gloriosa creación de Dios, y dar libertad a los encadenados por el pecado propio o ajeno. Pero, antes que nada, vino a anunciar la época de la misericordia de Dios, el perdón de nuestros pecados. Ahora, gracias a Jesús, el hombre puede reconciliarse con Dios y conocer la bondad y el amor de nuestro Padre celestial.

Algunos de los “piadosos” que escuchaban a Jesús reconocieron, con recelo, que muchos de los despreciados por la sociedad, e incluso algunos gentiles incrédulos, aceptaban el mensaje de Cristo y esto era, para los jefes religiosos, causa de una profunda envidia, que llegó a transformarse en odio homicida. No aceptaban que Jesús fuera tan popular en otras regiones: ¿Por qué no hace aquí los mismos milagros que hizo en Cafarnaúm? Pero el Señor no permitía que esa hostilidad le impidiera llevar a cabo su misión. Este era nada más que el comienzo del rechazo que Cristo enfrentaría a medida que avanzaba hacia su destino en Jerusalén.

Leyendo estos pasajes, algunos pensarían hoy que, al parecer, Jesús disfrutaba siendo objeto de controversia. Indudablemente, sabía que sus palabras no siempre serían aceptadas, pero jamás trataba de suavizarlas. Sin duda, el Señor quería lograr que sus oyentes le pusieran atención. Cristo vino a anunciar una “buena noticia” distinta de todo lo que se pudiera esperar; en efecto, para que escuchemos bien, alguien nos tiene que incomodar un poco. ¿De qué otra manera vamos a estar dispuestos a renunciar al pecado y seguir al Señor hacia la cruz?
“Señor y Salvador mío, ayúdame a aceptar tus palabras y recibir tu gracia sin objeciones ni recelos, para que yo llegue a ser un buen instrumento de tu paz.”
1 Corintios 2, 1-5
Salmo 119(118), 97-102
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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