jueves, 13 de septiembre de 2018

Meditación: Lucas 6, 27-38

Hoy recordamos a San Juan Crisóstomo, apodado “boca de oro” por la excepcional elocuencia con que pronunciaba sus homilías y discursos. Fue uno de los grandes Padres de la Iglesia antigua, junto con otros santos, como Atanasio, Basilio, Gregorio, Cirilo y Juan Damasceno.

Nació en Antioquia hacia el año 344 en el seno de una familia noble. Su padre era oficial del ejército imperial de Siria, pero murió joven y su madre tuvo que ocuparse de la educación de Juan, que era hijo único. Así, bajo la guía de su maestro Libanio, Juan llegó a ser un gran orador cristiano. Como quería dedicar su vida a servir al Señor, convirtió su casa en un monasterio, donde se dedicaba a la oración, la meditación y el estudio.

Tras la muerte de su madre, Juan se fue al desierto donde vivió como monje ermitaño durante unos seis años. Cuando regresó a Antioquia de Siria, fue nombrado sacerdote y con sus elocuentes sermones consiguió muchísimas conversiones, incluso de gente importante. Más tarde lo nombraron Arzobispo de Constantinopla, donde lo primero que hizo fue quitar todos los lujos del palacio arzobispal y usarlos para ayudar a los más necesitados, demostrando así, con obras, que lo importante no eran las riquezas sino ayudar a quienes más lo necesitaban.

Pero sus enemigos urdieron intrigas contra él y consiguieron que lo desterraran varias veces, la última cerca del Mar Negro. Por el camino los soldados lo maltrataron tan brutalmente que le causaron la muerte el 14 de septiembre de 404 o 407. El Papa San Pío X lo nombró Patrono de todos los predicadores católicos del mundo.

San Juan Crisóstomo se destacó no sólo por su excepcional don de predicación, sino también por ser un prolífico escritor. Sus noventa homilías sobre el Evangelio según San Mateo constituyen la explicación más completa que hubo en la antigüedad sobre ese Evangelio, así como otras casi noventa homilías sobre el Evangelio según San Juan.

Escribió, además, varios tratados sobre el sacerdocio, la vida monástica, la virginidad, la viudez, el sufrimiento y otros escritos destinados a refutar las acusaciones de paganos y judíos contra la fe cristiana. Escribió casi 250 cartas en el tiempo de su destierro.
“Señor Jesús, te damos gracias por todas las magníficas enseñanzas que nos dejaste por medio de tu siervo San Juan Crisóstomo para que creciéramos en la fe y el entendimiento. San Juan Crisóstomo, ruega por nosotros.”
1 Corintios 8, 1-13
Salmo 139(138), 1-3. 13-14. 23-24
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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