domingo, 2 de septiembre de 2018

Meditación: Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23

Los fariseos criticaban a Jesús porque sus discípulos no cumplían las prácticas de pureza ritual que prescribía la Ley de Moisés; ellos, en cambio, se preocupaban tanto de la observancia estricta de la ley que no se percataban de que para Dios lo realmente importante era la práctica de la misericordia, la justicia y el amor.

Los fariseos tenían estas prioridades al revés, por eso Jesús les respondía a veces en forma abrupta y enérgica y les decía que examinaran primero su propio corazón antes de criticarlo a él.

Cuando reflexionamos en lo que el Señor dijo acerca del corazón humano y de todo lo malo que de él brota, es posible que algunos piensen que ya no hay perdón ni esperanza para ellos. Después de todo, es posible que algunos creyentes vean algo de su propia vida interior en la lista que presenta Marcos, y quizás por eso no quieren hacerse un profundo y detenido examen de conciencia, por temor a lo que puedan descubrir.

Pero el Señor nos invita a examinarnos el corazón, no para sentirnos condenados, sino para conocer la libertad y la paz de la conversión. Muchos santos han comentado que mientras más clara y profundamente vieron sus pecados, mejor pudieron reconocer la misericordia y el amor de Dios. Esta humildad no era cobardía, sino un reconocimiento de cuánto necesitaban al Señor y una confianza en que el poder de Dios actuaba en ellos. De hecho, consideraban que llegar a tal conocimiento de sí mismos era un privilegio, que siempre los acercaba más al Señor.

En la cruz, Cristo nos ha perdonado los pecados, y su Sangre preciosa allí derramada purifica el corazón y la mente de todos los fieles. Es decir, el Señor nos acepta aunque seamos imperfectos; simplemente nos pide que nos arrepintamos de nuestros pecados, lo amemos a él y cumplamos su voluntad. Para esto, conviene hacerse un buen examen de conciencia y tratar por todos los medios de demostrarle amor cumpliendo sus mandamientos.
“Amado Señor y Salvador mío, quita de mí toda hipocresía y concédeme la gracia de ser un auténtico discípulo tuyo y testigo de tu misericordia.”
Deuteronomio 4, 1-2. 6-8
Salmo 15(14), 2-5
Santiago 1, 17-18. 21-22. 27

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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