sábado, 1 de septiembre de 2018

Meditación: Mateo 25, 14-30

Te felicito, siervo bueno y fiel…
Entra a tomar parte en la alegría de tu señor.
Mateo 25, 23
Que Jesús regresará un día a este mundo es algo de lo que no hay duda. No sabemos cuándo ni cómo, pero él prometió que volvería en gloria, para traer un cielo nuevo y una tierra nueva. Siendo así, ¿no debemos acaso permanecer atentos y aguardar con amor y júbilo el regreso de nuestro Rey y Señor?

La Iglesia está llamada a atender sus asuntos con diligencia, utilizando sus recursos con sabiduría para difundir el Evangelio y trabajar para el crecimiento espiritual de sus fieles. Nosotros también, en todo lo que hagamos, hemos de servir al Maestro y conducirnos de un modo que refleje su voluntad. El cuidado que pongamos en estas cosas influirá en nuestra forma de vivir y así, actuando como “hijos de la luz y del día”, obedeciendo los mandamientos de Dios y llevando una vida de oración y servicio compasivo, daremos testimonio de nuestra convicción de que Cristo ciertamente regresará.

Cada día tenemos muchas oportunidades de usar los dones y talentos que Dios nos ha prodigado. Por ejemplo, en la parábola de los talentos, dos empleados se atrevieron a invertir el dinero que recibieron, conscientes de que cualquier inversión representa cierto riesgo, y obtuvieron una buena ganancia; pero el tercero, temeroso de perder el capital, lo escondió y se lo devolvió a su patrón sin ganancia alguna. Nosotros los cristianos también debemos estar dispuestos a asumir ciertos riesgos por el Reino de Dios, actuando por fe y manteniéndonos atentos para ver cómo actuará el Señor según la confianza que tengamos en él.

Dios no nos ha dado dones y talentos para dejarlos guardados por temor ni para usarlos en beneficio propio. A cada uno le ha confiado recursos para usarlos en beneficio del Cuerpo y para el crecimiento de su Reino. Por eso, podemos estar plenamente seguros de que cualquier iniciativa que emprendamos, en la que usemos los dones recibidos, contará con la bendición del Señor. Recordemos que lo que Dios desea para su pueblo es muy superior a lo que nosotros mismos deseamos, y él hará todo lo que sea necesario para llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Además, conforme pongamos nuestros dones, talentos y capacidades al servicio del Reino de Dios, tendremos la gran satisfacción de estar prolongando en la tierra la misión del Señor.
“Amado Señor, concédeme tu gracia para que yo sepa aprovechar las oportunidades que tú me das para usar los dones, talentos y capacidades que por tu bondad me has otorgado.”
1 Corintios 1, 26-31
Salmo 33(32), 12-13. 18-21
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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