lunes, 3 de septiembre de 2018

TRATADO SOBRE LA TRINIDAD


Tratado sobre la Trinidad

“A Jesús de Nazaret, Dios lo ungió con la fuerza del Espíritu Santo!” (Hch 10,38)
Nuestro Salvador fue verdaderamente ungido, en su condición humana, ya que fue verdadero rey y verdadero sacerdote…. Los israelitas, aunque no eran las dos cosas a la vez, eran, sin embargo llamados “cristos” (ungidos), por la unción material del aceite que los constituía reyes o sacerdotes. Pero el Salvador, que es el verdadero Cristo, fue ungido por el Espíritu Santo…

    Sabemos que esto es verdad por las palabras mismas del Salvador. En efecto, habiendo tomado el libro de Isaías, lo abrió y leyó: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido”; y dijo a continuación que entonces se cumplía aquella profecía que acababan de oír. Y además, Pedro, el príncipe de los apóstoles, enseñó que el crisma con que había sido ungido el Salvador es el Espíritu Santo y la fuerza de Dios, cuando en los Hechos de los apóstoles, hablando con el centurión, aquel hombre lleno de piedad y misericordia, dijo entre otras cosas: “La cosa comenzó en Galilea, cuando Juan predicaba el bautismo. Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo” (10,37).

    Vemos, pues, cómo Pedro afirma de Jesús que fue ungido, según su condición humana, “con la fuerza del Espíritu Santo”. Por esto, Jesús, en su condición humana, fue con toda verdad Cristo o ungido, ya que por la unción del Espíritu Santo fue constituido rey y sacerdote eterno.

Faustino de Roma (c. 350)
presbítero

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