martes, 9 de abril de 2019

COMPRENDIENDO LA PALABRA 090419


“Cuando hayáis levantado al hijo del hombre, entonces comprenderéis que Yo soy”

A Cristo Jesús le debes toda tu vida, porque él ha dado su vida por tu vida, y ha soportado amargos tormentos para que tú no soportes tormentos eternos. ¿Podrá haber para ti algo más duro y espantoso, cuando te acordarás que aquél que siendo de condición divina en el día de su eternidad, antes que naciera la aurora, en el esplendor de los santos, él, el esplendor y la imagen de la sustancia de Dios, vino a tu prisión, se hundió, como se dice, hasta el cuello, en lo más profundo de tu barro? (Flp 2,6; Sl 109,3; Heb 1,3; Sl 68,3)
¿Qué cosa no va a parecerte dulce cuando habrás acogido en tu corazón todas las amarguras de tu Señor y te acordarás, primero de lo que pasó en su infancia, después de las fatigas durante el tiempo de su predicación, las tentaciones que sufrió en sus ayunos, sus vigilias en oración, sus lágrimas de compasión, las emboscadas que tramaron contra él… y luego, las injurias, los salivazos, las bofetadas, los latigazos, los escarnios, las burlas, los clavos, y todo lo que soportó por nuestra salvación?
¡Qué compasión tan inmerecida, qué amor tan gratuito y tan probado, qué aprecio tan inesperado, qué dulzura tan sorprendente, qué invencible bondad! ¡El rey de la gloria (sl 23) crucificado por un esclavo tan despreciable! ¿Quién ha oído jamás nada parecido, quién ha visto cosa semejante? Porque “difícilmente se encuentra uno que quiera morir por un justo (Rm 5,7). Pero él, ha muerto por nosotros que éramos injustos y enemigos, prefiriendo dejar el cielo para conducirnos al mismo cielo, él, el dulce amigo, el sabio consejero, el sólido sostén. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? (Sl 115,3)


San Bernardo (1091-1153)
monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Sermones diversos, nº 22

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