Hechos 2, 37
Cincuenta días después de la resurrección de Jesucristo, los que escuchaban a San Pedro “se afligieron profundamente” porque se dieron cuenta de que sus ideas preconcebidas y su conducta les impedían llegar a la comunión con Dios. Cuando se arrepintieron de sus pecados, fueron bautizados, es decir, sumergidos en una nueva vida y recibieron la fuerza del Espíritu Santo, el mismo que recibimos nosotros ahora en el Sacramento del Bautismo.
El arrepentimiento es un paso maravilloso en el proceso de cambio y transformación. Dios tiene muchísimos dones y bendiciones reservados para aquellos que rechazan el pecado e inician una vida nueva. El Señor nos concede su perdón, el don del Espíritu Santo y, por medio de Jesús, el cumplimiento de todas sus promesas. Solo tenemos que decidirnos a renunciar al pecado, confesarnos y dedicarnos de verdad a vivir para Dios.
En la cruz, Cristo llevó sobre sí todos nuestros pecados y maldades, y nos hizo capaces de asumir la dignidad propia de los Hijos de Dios, y como respuesta al arrepentimiento y la fe de nuestra parte, él nos concede el Espíritu Santo, que nos hace ver los pecados que hemos cometido, nos da la seguridad de la obra redentora de Cristo y nos comunica fuerza para iniciar y mantener una vida nueva. El Espíritu Santo está siempre reanimando a los creyentes, persuadiéndonos de que, mientras más profundamente nos adentremos en la vida espiritual, mejor experimentaremos el cumplimiento de las promesas del Señor.
Así pues, sintamos hoy una “aflicción profunda” por los pecados cometidos y un verdadero deseo de arrepentirnos y confesarnos. Dios anhela perdonarnos y llevarnos a su Reino. Cuando nos arrepentimos, el Señor realiza una obra extraordinaria en nosotros y nos ofrece una vida nueva y distinta, en la que abundan sus bendiciones. ¿Sientes tú que puedes renunciar al pecado? ¿Has experimentado los dones de paz, paciencia, bondad y amor que da el Espíritu Santo? Si no te parece que estás experimentando la poderosa acción de Dios en tu vida, pídele al Señor que te ayude a arrepentirte mejor y te conceda la plenitud de la gracia divina. Nuestro Dios anhela otorgarnos todo lo que necesitamos para vivir diariamente según la fe y la verdad.
“Padre celestial, me presento ante ti arrepentido, deseoso de aprender a vivir en tu presencia. ”
Salmo 33 (32), 4-5. 18-20. 22
Juan 20, 11-18
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
No hay comentarios:
Publicar un comentario