Lucas 24, 35
Cuando vemos que el nombre de alguien va precedido de la palabra “San” o “Santa”, podríamos pensar que esa persona la consiguió por sus propios méritos, y que posiblemente llevó una vida muy apacible y sin grandes dificultades ni problemas.
Marcos era hijo de María, una viuda en cuya casa se reunían a menudo los primeros cristianos. A pesar de que no era uno de los Doce Apóstoles, lo más probable es que fuera uno de los seguidores de Jesús. También acompañó a su primo Bernabé y a Pablo en su primer viaje misionero, pero por alguna razón los dejó prematuramente. A su siguiente viaje, Pablo desistió de llevarlo, pues consideraba que Marcos había desertado de la causa y no era de fiar.
Afortunadamente, Bernabé no se dio por vencido. Mientras Pablo se fue a Siria con Silas, Bernabé se llevó a Marcos a Chipre y esa segunda oportunidad era todo lo que el joven necesitaba. La tradición nos cuenta que Marcos fue luego a Roma y se convirtió en el intérprete de Pedro. Más tarde escribió el primer evangelio. Eventualmente, Pablo perdonó a Marcos, pues vemos en 2 Timoteo que le encomendó un servicio y calificó su compañía de “consuelo”. Finalmente, la tradición dice que Marcos fundó la iglesia de Alejandría y ahí fue martirizado.
Ahora, ¿qué habría pasado si Bernabé hubiera seguido a Pablo y hubiera rechazado a Marcos? El joven posiblemente nunca se hubiera convertido en “hijo” espiritual de Pedro. Lo que es peor, posiblemente nunca hubiera escrito su evangelio. ¿Significaría esto que probablemente Mateo y Lucas tampoco habrían escrito sus evangelios? Si Bernabé no hubiera tenido compasión de Marcos, quien sabe qué clase de Biblia estaríamos leyendo hoy.
La historia de Marcos nos anima a no darnos por vencidos los unos con los otros. La gracia y el amor de Dios cubren no solo “una multitud de pecados” (1 Pedro 4, 8), sino también deserciones, indecisiones, fallas y caprichos individuales. Bernabé vio algo en Marcos que Pablo no pudo ver. A través de los ojos de la misericordia y la paciencia, vio el potencial de Marcos.
Todos tenemos el potencial de ser santos. Todo lo que necesitamos es que alguien tenga paciencia y nos de ánimo. ¿Existe un “San Marcos” en tu vida?
“Amado Padre, ayúdame a fijarme en los dones de las personas que me rodean y no en sus limitaciones. Muéstrame cómo amarlas, animarlas e inspirarlas.”
Hechos 3, 11-26
Salmo 8, 2. 5-9
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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