«A estos doce los envió en misión»
Espíritu eterno de Amor,
que procedes del Padre y del Hijo,
te damos gracias por todas las vocaciones
de apóstoles y de santos que han fecundado a la Iglesia.
Te pedimos que continúes tu obra.
Acuérdate del momento en que, en Pentecostés
has descendido sobre los apóstoles reunidos
en oración con María, la madre de Jesús,
y mira a tu Iglesia que hoy
tiene particular necesidad de sacerdotes santos,
de testigos fieles y autorizados de tu gracia,
que tiene necesidad de hombres y mujeres consagrados
que irradien el gozo de aquellos que viven sólo por el Padre,
de aquellos que hacen suya la misión y la ofrenda de Cristo,
de aquellos que construyen, en la caridad, el mundo nuevo.
Espíritu Santo, Fuente eternal de gozo y de paz
eres tú quien abre el corazón y el espíritu a la llamada divina;
eres tú quien vuelve eficaz todo impulso hacia el bien,
hacia la verdad, hacia la caridad.
Tus gemidos inexpresables
elevan al Padre desde el corazón de la Iglesia,
que sufre y lucha por el Evangelio.
Abre el corazón y el espíritu de hombres y mujeres jóvenes,
a fin de que una nueva floración de santas vocaciones
muestre la fidelidad de tu amor,
y que todos lleguen a conocer a Cristo,
la luz verdadera venida al mundo
para ofrecer a cada ser humano
la esperanza segura de la vida eterna. Amén.
San Juan Pablo II (1920-2005)
papa
Oración por las vocaciones en la 35 Jornada mundial de las vocaciones, 3 de mayo 1998
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