"Todo el tiempo necesitamos entrenar la docilidad al Espíritu Santo, para que la obediencia pueda prevalecer. Porque la voz de la carne es fuerte, ella se quiere manifestar, e incluso oprimirnos. Cuando sentimos ese impulso, encontramos que es el Santo Espíritu conduciéndonos, pero si tuviésemos el verdadero discernimiento de espíritus, percibiríamos que viene de nuestra carne. La carne puede en esos casos estar camuflada de espiritualidad, de cosa bonita, de cosa buena, pero en verdad es mi querer humano.
Muchas veces, la propia tentación viene a camuflar ese deseo de la carne como algo bueno y bonito. Si es algo que te impulsa de manera irresistible, ¡desconfía! Muy probablemente no viene del Espíritu Santo.
La voz del Espíritu es suave, como una brisa leve. Es por eso que necesitamos estar muy atentos y, más que eso, dóciles.
Señor, ¡yo quiero ser dócil para oír Tu voz! Dócil para sentir Tu conducción sobre mi vida. Quiero estar atento y hacer solamente aquello que el Espíritu Santo desea para mi. Si ese es el secreto para volverme santo, dame la gracia, ¡quiero ser santo! ¡Amén!"
Mons. Jonas Abib
Pentecostes hoje - pagina 40
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