Imaginemos que podemos escuchar lo que Abraham va hablándole a Dios mientras hace el viaje de tres días hacia Moria junto a su hijo Isaac:
“Señor, desde el momento en que te dije que sí, inicié este viaje. ¡Pero ya llevamos tres días caminando! Y ahí viene Isaac detrás de mí, siguiéndome, feliz de ir conmigo a ofrecer este sacrificio. Él no sabe lo que le espera más adelante y yo no tengo la valentía para decirle la verdad. Señor, ¡qué viaje más difícil!
“Tú me prometiste que me harías padre de una multitud de naciones. Dijiste que mis descendientes serían más numerosos que las estrellas del cielo. Pero ¿cómo puede cumplirse tu promesa si me estás pidiendo que ofrezca a mi único hijo? ¡Él es el hijo que tú prometiste! Él es el milagro que nos diste a Sara y a mí en nuestra vejez.
“Y sin embargo sé que tú siempre has sido fiel conmigo, Señor. No quiero que el calor y el peso de este viaje me hagan olvidar eso. Tú me prometiste un hijo y luego, contra todas las probabilidades, Sara quedó embarazada. Isaac ha traído mucha alegría a nuestras vidas. Sin embargo, sabemos que él no nos pertenece solamente a nosotros, sino que te pertenece a ti. Si tú tienes grandes planes para él, entonces, ¿por qué me pides que lo sacrifique?
“Señor, yo creo que tú proveerás para nosotros de alguna manera, así que seguiré caminando. Respondí que sí a lo que me pediste, y voy a continuar mi camino, a pesar de que cada paso requiere un acto de mi voluntad para seguir avanzando, aun cuando quiero darme la vuelta y correr de regreso a casa al pensar en lo que le va a sucederle a mi hijo, a quien quiero tanto. Estoy empezando a entender que tú no buscas una única y simple respuesta a la pregunta: ‘¿Estarías dispuesto…?’ Tú quieres que te responda que sí durante todo el camino. Así es como seré más fuerte. Señor, ¡ayúdame a confiar en ti!
“Señor, nos estamos acercando. No entiendo qué es lo que vas a hacer, pero confío en ti. Te responderé que sí otra vez.”
Todos tenemos momentos en los que sentimos que somos llamados a sacrificar a nuestro propio “Isaac”. Al avanzar por nuestro propio camino, que Dios nos conceda la fe para responderle que sí.
“Gracias Padre, porque puedo confiar en ti plenamente.”
Salmo 115 (114), 1-6. 8-9
Mateo 9, 1-8
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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