Evangelio según San Mateo 9,9-13
Jesús, al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos.
Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: "¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?".
Jesús, que había oído, respondió: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos hermanos y hermanas:
Continuamos aprendiendo del proceso de fe vivido por Abrahán a quien Dios prometió tierra y descendencia. Lo que no sabíamos hasta ahora era que dicha promesa no lo haría dueño a perpetuidad ni de manera absoluta. En tierra extranjera, en su condición de migrante, tiene que comprar el lugar para dar sepultura a su mujer. Cuando Dios habla de bendecir con familia, trabajo, techo o alimento, no lo hace con la finalidad de generar hijos codiciosos; más bien, espera que se conviertan en testigos de su providencia, siendo, a su vez, providentes.
Disfrutamos de una existencia limitada en un mundo de recursos limitados bajo un sistema que nos ha hecho creer, equivocadamente, que podemos vivir sin límites. Sabemos que en nuestro mundo muchos sufren, por la injusta distribución de los bienes de la tierra, fruto de la ambición desmedida de algunas personas.
En sintonía con la primera lectura, que presenta al patriarca sin privilegios, Jesús nos recuerda que la vida no ha de reducirse a la obtención de prestigio o seguridades materiales. Mateo, un cobrador de impuestos, es invitado a dejar la estructura de recaudación que enriquecía al imperio. Quien engrosaba las arcas del imperio era considerada personas non grata porque traicionaba a su misma gente. Jesús lo llama a ser parte de la dinámica del Reino donde lo material no es enteramente relativo, pero su finalidad es comunitaria.
El sistema-mundo globalizado se ha encargado inteligentemente de capacitar y especializar personas con la única finalidad de producir dinero. Y está más que comprobado que el mercado más que personas necesita consumidores. No se puede ser esclavo ni cómplice de un sistema insaciable que deshumaniza y empobrece. Somos muchos los que, como Mateo, estamos invitados a recuperar la libertad y ayudar a otros a liberarse.
Pidamos a Dios nos libre de la codicia y el acaparamiento. Atendamos fielmente al llamado de Jesús y sigámosle por la senda del compartir solidario.
En comunión fraterna,
Fredy Cabrera, cmf.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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