El sembrador siembra la palabra. (Marcos 4, 14)
El Señor, sentado en una barca, enseña a la muchedumbre reunida a la orilla del lago. Los discípulos son receptores privilegiados de una explicación personal del propio Jesús, como si se les hubiera reservado una sesión privada de revelación. Con todo, no consiguen llegar a un entendimiento correcto de la identidad del Mesías, cosa que no ocurrirá sino hasta que llegue la luz pascual.
Con la parábola del sembrador, San Marcos nos hace saborear la maravillosa enseñanza de Jesús. Hasta este punto, el evangelista había dado atención a muchas de las obras y milagros del Señor, pero con este relato comienza a dar luces acerca del método que usaba Cristo para enseñar. Jesús utilizó esta parábola para ilustrar la abundante generosidad de Dios. Nuestro Padre está siempre sembrando las semillas de su palabra, e invitándonos a conocer su amor y su misericordia; siempre tendiéndonos la mano. Por eso, el hecho de saber que tenemos un Padre que jamás nos abandona es fuente de una paz grande y profunda para nosotros.
Las semillas que planta el Padre crecerán naturalmente en cualquier corazón bien dispuesto a recibir. Toda semilla que cae en buen terreno crece. Esta es una promesa de Dios. Pero ¿cómo sabemos si el terreno de nuestro corazón es bueno? Jesús señaló varios puntos que podemos examinar: Cuando escuchamos la Palabra de Dios, ¿nos asaltan de inmediato la duda y la incredulidad para robarnos la paz que hemos recibido? Cuando sufrimos dificultades o persecución por causa de la fe, ¿nos mantenemos firmes en esa fe o nos apartamos de ella? ¿Nos sentimos agobiados por las preocupaciones de este mundo? ¿Nos atrae el interés de las riquezas y el deseo de otras cosas más que el valor de la palabra de Cristo Jesús?
Pero no debemos desanimarnos por las piedras y las espinas de la incredulidad, las distracciones o la inseguridad que no dejan que la Palabra de Dios eche raíces en nuestro corazón. Al Señor le encanta transformar nuestro corazón cuando se lo pedimos, y tiene infinita paciencia con nosotros, tal como la tuvo con sus discípulos, y le gusta explicarnos “el misterio del Reino de Dios” cuando deseamos que la semilla de su palabra crezca en nosotros.
“Espíritu Santo, Consolador, prepara nuestro corazón para recibir la Palabra de Dios con mayor profundidad y ayúdanos, Señor, a dar fruto abundante para el Reino de Dios.”
2 Samuel 7, 4-17
Salmo 89 (88), 4-5. 27-30
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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