Satanás. . . no podrá subsistir, pues ha llegado su fin. (Marcos 3, 26)
Has de saber, hermano, que, por medio del Bautismo, Cristo hizo que tú fueras una criatura nueva. Al parecer, el “hombre fuerte” de la lectura de hoy (Marcos 3,27) es Satanás, ¡pero Jesús es mucho más poderoso que él! ¿Crees tú que Jesús ha derrotado al enemigo más grande que tú tenías? Todo lo que Cristo te pide hacer ahora es continuar viviendo en su victoria y dejar que él gobierne tu vida. Sabemos que el diablo está siempre tratando de recuperar el control sobre la vida de los cristianos, por eso te ofrecemos algunas sugerencias.
Por la mañana, al levantarte, consagra el día al Señor; luego, durante tus quehaceres, dedica unos momentos a ponerte en presencia de Cristo. Háblale y escúchale. Aunque te parezca tener poco tiempo, pídele al Espíritu Santo que te ayude a encontrar un momento para pasar siquiera 10 minutos en la presencia de Dios. Es probable que eso sea todo lo que necesites para sentirte renovado y fortalecido. Tal vez, en otro momento del día puedas sacar cinco o diez minutos más para leer un texto de la Escritura y dejar que la Palabra de Dios te llene el corazón.
La idea es que, si llevas en tu interior la presencia de Cristo, el diablo no podrá encontrar acceso ni debilidad de la que pueda aprovecharse; así, en lugar de traspasar tus defensas, se topará de lleno con Jesús, “el hombre más fuerte” que estará montando guardia a la puerta de tu corazón.
Cuando Cristo murió en la cruz, derrotó por completo al diablo. Ahora, el enemigo es como un perro que ladra mucho pero que casi no muerde. Satanás no puede “morderte” si tú te afianzas en la victoria de Jesús y usas las armas y herramientas que el Señor te ha dado. Recuerda que Dios te ha bendecido “con toda clase de bendiciones espirituales” y te ha dado la posibilidad de que seas “santo y sin defecto en su presencia” (Efesios 1, 3.4). ¡Deposita tu fe en el poder y la gracia de Dios! Y pídele a Jesús que reine más y más en tu corazón; así verás que el diablo huye de tu lado.
“Jesús, Señor y Salvador mío, ayúdame a construir defensas estables contra el enemigo, para que yo te ame y te honre todos los días de mi vida.”
2 Samuel 5, 1-7. 10
Salmo 89 (88), 20-22. 25-26
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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