La palabra de Dios, un grano de mostaza
La palabra de Dios, como la semilla de mostaza, parece muy pequeña antes de ser cultivada.
Pero cuando fue bien cultivada, llega a ser tan grande que reposan en ella los nobles razonamientos de criaturas inteligentes y sensibles. Porque abraza la razón de todos los seres, pero a ella misma ningún ser la puede contener. Por eso, quien tiene fe como un grano de mostaza puede desplazar una montaña con la palabra , como ha dicho el Señor (Mt 17,20). Es decir, puede ahuyentar el poder que tiene el diablo sobre nosotros y cambiar el fundamento.
El Señor es una semilla de mostaza, sembrada en espíritu por la fe en el corazón de quien la recibe. El que la cultivó cuidadosamente gracias a las virtudes, desplaza la montaña de la preocupación terrestre. Luego, cuando ahuyentó de si mismo el hábito del mal – tan difícil de expulsar – hace reposar en él tal como los pájaros del cielo, las palabras de los mandamientos, las formas de existencia y las fuerzas divinas. (...) Quienes buscan al Señor, no es en el exterior de sí que deben buscarlo, sino que deben buscarlo en ellos mismos, por medio de la fe.
Porque, como está escrito, “La palabra está cerca de tí, en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de la fe que nosotros predicamos” (Rm 10,8). La palabra de la fe es la de Cristo, a quien buscamos.
San Máximo el Confesor (c. 580-662)
monje y teólogo
Centurias sobre la Teología II, 10-11, 35 (Philocalie des Pères Neptiques, DDB-Lattès); trad. sc©evangelizo.org
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