La conversión de san Pablo: “No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20)
El encuentro con Cristo en el camino de Damasco, ha revolucionado, literalmente, la vida de Pablo… Es importante, pues, que nos demos cuenta hasta qué punto Jesucristo puede incidir en la vida de un hombre y también de la nuestra…: ¿cómo es el encuentro de un ser humano con Cristo? ¿y en qué consiste la relación que se desprende de dicho encuentro?... Pablo nos ayuda a comprender el valor fundamental e irreemplazable de la fe. Fijaos en lo que escribe en la carta a los Romanos: “Sostenemos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley” (3,28). E igualmente en la carta a los Gálatas: “Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús” (2,16)… “Estar justificados” quiere decir ser hechos justos, es decir, ser acogidos por la justicia misericordiosa de Dios y entrar en comunión con él. Y, por consiguiente, poder establecer una relación mucho más auténtica con todos nuestros hermanos. Y ello sobre la base de un perdón total de nuestros pecados. Pues bien, Pablo afirma, con toda la claridad posible, que esta condición de vida no depende de nuestras eventuales obras buenas, sino de la pura gracia de Dios: “Todos somos justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús”” (Rm 3,24).
Con estas palabras san Pablo expresa el contenido fundamental de su conversión, la nueva dirección de su vida como resultante de su encuentro con Cristo resucitado. Antes de su conversión, Pablo no era un hombre lejos de Dios y de su Ley; por el contrario, era un judío observante, de una observancia fiel hasta el fanatismo. Pero iluminado por su encuentro con Cristo comprendió que había buscado construirse a sí mismo, construir su propia justicia, y que era toda esta justicia la que él mismo vivía. Comprendió que era absolutamente necesaria una nueva orientación de su vida. Y esta nueva orientación la encontramos expresada en estas palabras: “Mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí” (Gal 2,20). Pablo, pues, no vive ya para sí mismo, por su propia justicia. Vive de Cristo y con Cristo.
Benedicto XVI
papa 2005-2013
Audiencia general del 08•11•06
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