La misma medida que utilicen para tratar a los demás, esa misma se usará para tratarlos a ustedes. (Marcos 4, 24)
Uno de los métodos de enseñanza favoritos de Jesús eran las parábolas, que utilizan faenas o ideas conocidas por todos para enseñar verdades espirituales más profundas; no ofrecen definiciones estrictas de alguna doctrina, pero sí las dejan entrever. El entendimiento de hechos ordinarios, si los miramos con los ojos de la fe, nos lleva a pensar en las realidades divinas y estimula nuestra imaginación.
En el Evangelio de hoy, Jesús compara la Palabra de Dios con una lámpara que brilla para alumbrar a todos, pues ese es el propósito lógico y normal de una lámpara. En otro pasaje del Nuevo Testamento, San Pablo dice que nosotros, con el rostro descubierto, reflejamos la gloria del Señor y nos vamos transformando en su imagen cada vez con más gloria, que viene del Señor (2 Corintios 3, 18).
Cristo enseñó también que seremos medidos con la misma medida que nosotros usemos para medir la respuesta que dan los demás a la Palabra de Dios, y dice que solo los que sean generosos y reciban de buena gana la voluntad del Padre, obtendrán entendimiento espiritual. De modo que, si le pedimos a Dios la luz de la fe para entender y aplicar sus verdades en nuestra vida, creceremos en este entendimiento.
El pasaje añade que al que tenga, se les dará más, y al que no tenga, hasta lo que tenga le será quitado. Esto quiere decir que los que miran la vida con los ojos de la fe, recibirán entendimiento. Los que no usen la fe, perderán incluso lo poco que sepan de las realidades del mundo.
Seguramente muchos recordamos la época en que no le encontrábamos mucho sentido al mensaje del Evangelio, y posiblemente habríamos pensado: “¿Por qué tengo que perdonar cuando me hacen mal? ¿Por qué renunciar a mi tiempo o dar mi dinero, o qué de malo tiene buscar mi ventaja personal?” Pero Jesús trata de enseñarnos que él es todo lo que cuenta, y que los valores del mundo en realidad no tienen valor verdadero. Cuando nos entregamos a Jesús de corazón, podremos escuchar y entender el Evangelio: recibiremos la luz de Dios y la imagen y semejanza de Cristo crecerá en nosotros.
“Señor Jesús, ayúdame a ver con los ojos de la fe, para crecer en el entendimiento de las realidades espirituales.”
2 Samuel 7, 18-19. 24-29
Salmo 132 (131), 1-5. 11-14
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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