¿Jesús les prohibía que lo manifestaran. (Marcos 3, 12)
En el Evangelio de hoy vemos que Jesús curaba a un enfermo tras otro y salía a llamar a sus primeros discípulos, y que la gente que empezó a seguirlo por todas partes eran multitudes venidos de muchos lugares. La misteriosa reserva con la que actuaba Jesús cuando expulsaba a los demonios siempre salía a la luz: los espíritus inmundos sabían quién era, pero Cristo no los dejaba hablar (Marcos 1, 23-26). Así, Marcos captaba la atención de sus lectores y despertaba en ellos el deseo de enterarse de qué sería lo que iba a suceder próximamente.
Pero San Marcos no sólo quería captar el interés de sus lectores, sino anunciar el mensaje de la salvación a todos, y lo hacía con un estilo literario particular: poniendo en claro dos puntos generales acerca de Jesús, para luego seguir adelante con nuevos pormenores o episodios.
Primero, presentaba a Jesús de un modo que ejercía una enorme atracción sobre la gente. Si uno marca en un mapa las localidades y regiones de las que venía la gente a verlo y escucharlo, verá que procedían de todas partes, porque no era un mero maestro lugareño, con un pequeño grupo de seguidores; quienes lo seguían eran multitudes, gente de toda clase que venía de cerca y de lejos.
Segundo, todo el que lea lo que dice Marcos acerca de Jesús tiene que decidir por sí mismo quién es en realidad esta Persona. ¿Qué es lo tan extraordinario que tiene que ni siquiera los demonios pueden anunciar su identidad? El evangelista pudo haber dado nuevas claves, pero quiso que, en este punto y en todo su Evangelio, sus lectores meditaran en la interrogante: ¿Quién es Jesús? ¿Quién es Jesús para mí?
Detengámonos un poco hoy para reflexionar, como lo sugiere Marcos. Si tú no estás totalmente convencido de que Jesús es Dios verdadero y hombre verdadero, dedica tiempo a orar acerca de las pruebas que se dan en el Evangelio de San Marcos. Los que sí están convencidos, dediquen tiempo hoy para que el Espíritu Santo les dé a conocer nuevas dimensiones de la divinidad y la humanidad del Señor. No importa lo mucho que uno se haya acercado a Jesús, su presencia siempre implica cambio y renovación.
“Señor Jesús, me predispongo de corazón a escucharte y seguirte dondequiera me lleves.”
1 Samuel 18, 6-9; 19, 1-7
Salmo 56 (55), 2-3. 9-13
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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