Viendo Jesús la fe de aquellos hombres. . . (Marcos 2, 5)
Casi todos tenemos algo en común con el paralítico del Evangelio de hoy. San Pablo dice que todos hemos pecado y estamos privados de la gloria de Dios (Romanos 3, 23). Todos hemos preferido seguir nuestro propio camino en lugar del camino que nos muestra Aquel que nos creó y, por lo tanto, conspiramos contra nuestro propio bien (Catecismo de la Iglesia Católica 398). Lo que necesitamos es escuchar que Jesús nos diga: “Hijo, tus pecados te quedan perdonados” (Marcos 2, 5).
Sí, ¡tus pecados te son perdonados! Aunque lo que hayas hecho en tu vida sea grave, por las razones que sean, Jesús te perdona. Nunca se ha visto en el mundo una transformación mayor que sucede en una persona cuando sabe y declara que Dios la ha perdonado: ¡Claro! Ya no hay por qué seguir sintiéndose paralizado por el remordimiento ni la vergüenza. Si crees que eres demasiado débil o incapaz de servir a Dios, o incluso para seguirlo por el camino del bien, el Señor te puede fortalecer mediante la poderosa corriente de su misericordia y su gracia.
Sí, hermano, ¡tus pecados te son perdonados! Es Jesús quien lo ha hecho posible, gracias a su muerte en la cruz y su resurrección gloriosa. A él se le ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra, y ahora él te dice: “Hijo, tus pecados te quedan perdonados.”
Si nunca has oído que Jesús te dice estas maravillosas palabras, corre al Sacramento de la Reconciliación. Si es necesario, rompe el techo de la casa y baja tú mismo allí ante la presencia del Señor para que él te diga: “Hijo, tus pecados te quedan perdonados.”
Deja que el Espíritu Santo te muestre lo que Jesús quiere sanar en tu vida. Quizás la ira y el rencor, o los resentimientos y traumas del pasado, o bien malos hábitos o adicciones destructivas. Cualquiera sea tu situación, ya sea de salud física, emocional o espiritual, o las circunstancias por las que estés pasando, Cristo está contigo y quiere que confíes en él. No te cohíbas, porque él te ama, te sana y te dice: “Hijo, tus pecados te quedan perdonados.”
“Amado Señor, perdóname, te lo ruego. Cúrame, Señor, de todo lo que necesite sanar. Renueva mi vida, Señor, y ayúdame a comenzar de nuevo y dedicarme a vivir para ti.”
1 Samuel 8, 4-7. 10-22
Salmo 89 (88), 16-19
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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