«He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29)
El testimonio de Juan el Bautista sigue resonando aún hoy, a casi dos mil años de distancia de los acontecimientos que narra el Evangelio: el Precursor señala a Jesús de Nazaret como el Mesías esperado, y nos invita a todos a renovar y profundizar nuestra fe en él.
Jesús es nuestro Redentor. Su misión salvífica, proclamada solemnemente en el momento de su bautismo en el Jordán, culmina en el misterio pascual, cuando él, el verdadero Cordero inmolado por nosotros, en la cruz libera y redime al hombre, a todos los hombres, del mal y de la muerte.
En la liturgia eucarística se nos propone de nuevo el gran anuncio del Bautista. Antes de la comunión, el celebrante presenta a la adoración de los fieles la hostia consagrada, diciendo: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor». Dentro de poco, también nosotros, participando en el banquete eucarístico, recibiremos al verdadero Cordero pascual, sacrificado por la salvación de la humanidad entera.
[...] Me dirijo a vosotros con las palabras del Bautista que acaban de resonar en nuestra asamblea... Como el Bautista, siento el deber de señalar a todos al Cordero de Dios, Jesús, el único Salvador del mundo ayer, hoy y siempre. En el misterio de su Encarnación, se hizo Emmanuel, «Dios con nosotros», acercándose a nosotros y dando significado al tiempo y a nuestras vicisitudes diarias. Él es nuestro punto de referencia constante, la luz que ilumina nuestros pasos y la fuente de nuestra esperanza.
[...]Sobre cada uno invoco la protección de María, la Virgen de la escucha y del camino. Caminad unidos, en el itinerario espiritual y eclesial... Caminad llenos de confianza y de celo misionero. Aceptando la invitación de san Juan, caminad con valentía y fidelidad detrás de Cristo. Él es «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo», «la luz de las naciones que lleva la salvación hasta los confines de la tierra». Amén.
San Juan Pablo II
Homilía (17-01-1999): Testimonio que resuena todavía hoy
«He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29)
Visita pastoral a la Parroquia Romana de San Liborio
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