sábado, 18 de enero de 2020

HUMILDAD TODOPODEROSA

«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos» (Mc 2,17)

Hay hombres robustos que ponen su confianza en su propia justicia. Pretenden, de hecho, ser justos por ellos mismos y se consideran como gente de bien, han rehusado el remedio e incluso han matado al médico. Ahora bien, el Señor no ha venido a llamar a estos hombres robustos, sino a los débiles.
¡Ah, vosotros, que no necesitáis de médico! Vuestra fuerza no proviene de la salud sino de la locura. El Maestro de la humildad que comparte nuestra debilidad y nos hace partícipes de su divinidad ha bajado del cielo para mostrarnos el camino y ser él mismo nuestro camino. Sobre todo ha querido dejarnos el ejemplo de su humildad, para que aprendamos a confesar nuestros pecados y a ser humildes para llegar a ser fuertes y a hacer nuestra la palabra del apóstol Pablo: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2Cor 12,10).
En cuanto a los que presumían de ser fuertes, que pretendían ser justos por su propia virtud han «tropezado con la roca de escándalo» (Rm 9,32). Son estos hombres fuertes que se lanzaron contra Cristo vanagloriándose de la justicia. Se erguían por encima de la muchedumbre de los débiles que acudían al médico. ¿Por qué? Simplemente porque se creían fuertes. Mataron al médico de todos los hombres. Pero él, en su muerte, preparó para todos los enfermos un remedio con su sangre.

San Agustín de Hipona

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