Que tu cuerpo y tu sangre me guarden por la vida eterna
Para la recepción de la comunión al cuerpo y sangre vivificantes del cordero inmaculado Jesucristo:
Que tu cuerpo venerable y tu sangre preciosa, mi Señor Jesucristo, guarden mi cuerpo y mi alma por la vida eterna. Que tu paz esté conmigo. En ti, oh Jesús, paz verdadera, para siempre reciba paz sobre paz, para que por ti llegue a esa paz que sobrepasa todo sentimiento. En ella, feliz, te veré en ti por la eternidad.
En esta comunión, desea que tu vida esté escondida con Cristo en Dios y a la hora de tu muerte te encuentre plenamente consumada en él: Oh muy manso huésped de mi alma, mi Jesús tan cordialmente amado, que tu suave recepción sea hoy para mí la remisión de todos mis pecados, reparación de mis negligencias, recuperación de mi vida perdida. Que sea salvación eterna, sanación del alma y del cuerpo, abrasamiento del amor, renovación de la virtud e inclusión de mi vida en ti por la eternidad. Que opere en mí libertad del espíritu, salud de la vida, dignidad de la conducta. Que sea para mí escudo de la paciencia, enseña de la humildad, apoyo de la confianza, consuelo en la tristeza, socorro de la perseverancia. Que sea para mí armadura de la fe, firmeza de la esperanza, perfección de la caridad, realización de tus mandamientos, renovación del espíritu, santificación en la verdad (Jn 17,17), finalidad de toda la religión. Que sea para mí fuente de las virtudes, fin de los vicios, encuentro de todo bien y testimonio eterno de tu amor.
Así, al término de mi vida, liberado de las miserias de esta vida, alegremente tomaré lugar en tu festín, por la eternidad, y me estremeceré en el seno de las riquezas de tu amor, como la esposa se regocija en las delicias de su rey. Amén
Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301)
monja benedictina
Ejercicios Espirituales I (Œuvres spirituelles, Paris, Cerf, 1967), trad. sc©evangelizo.org
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