domingo, 14 de junio de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,51-58


Evangelio según San Juan 6,51-58
Jesús dijo a los judíos:
"Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".
Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".


RESONAR DE LA PALABRA

No sólo de pan

La experiencia del pueblo de Israel en el desierto es el punto de partida de las lecturas de este día tan importante. Allí el pueblo aprendió que su vida estaba en las manos generosas de Dios, que no dependía de sus propias fuerzas. El pueblo pasó hambre, se sintió desfallecer, se vio perseguido y acosado. Pero allí también experimentó el poder de Dios que con brazo fuerte y mano poderosa los libró de los enemigos, los alimentó y los llevó a la tierra prometida. Nada sucedió porque el pueblo fuese poderoso. Fue la pura gracia de Dios que les sacó de la esclavitud y les alimentó con el maná. 

La comunidad cristiana se sabe hoy también en camino. Peregrinamos en busca de la morada definitiva. Cada uno, cada familia, sabe de las penurias y dificultades, de los momentos de gozo pero también de los muchos momentos de dolor y desesperanza. Sabemos por experiencia que nuestras fuerzas son pequeñas, que estamos muy limitados. Pero en medio de nuestro caminar siempre podemos hacer un alto. Una parada en el camino. Para celebrar con los hermanos y hermanas la Eucaristía. Es un tiempo de encuentro solidario. Los rostros de los otros al entrar en la iglesia se nos hacen amables. Brota el saludo. Allí vamos a experimentar la comunidad y, lo más importante, al que es el vínculo de unión de la comunidad, el que anima nuestra esperanza y da fuerza a nuestro caminar: Jesús. Juntos cantamos y alabamos, juntos escuchamos y meditamos su palabra, juntos damos gracias y compartimos su cuerpo y su sangre. Juntos celebramos la Eucaristía sabiéndonos miembros de una inmensa comunidad que está extendida por todo el mundo. 

En la Eucaristía, en la misa, aprendemos que nuestro caminar tiene sentido, que a pesar del cansancio vale la pena seguir esforzándose. En la Eucaristía descubrimos que no estamos solos, que los hermanos y hermanas que nos rodean están comprometidos en el mismo camino, que Dios está con nosotros, porque se ha hecho alimento, el pan y el vino que dan la verdadera vida. “El que come de ese pan vivirá para siempre” dice Jesús en el Evangelio. Ahora ya sabemos que no sólo de pan vivimos. Sabemos que nuestro pan, nuestros esfuerzos, vale poco. Y reconocemos que en el pan de la Eucaristía, el cuerpo mismo del Señor, hallamos la vida verdadera, la que no se acaba, la que nos orienta en nuestro caminar. 

Al salir cada domingo de la Eucaristía hemos recuperado las fuerzas. Los problemas afuera, en el trabajo, en la familia, en la ciudad, son los mismos. No han cambiado. Pero nosotros hemos recibido la visita de Dios en nuestros corazones. Y sentimos su gracia y su fuerza. Y seguimos caminando. 

Para la reflexión

¿Participas cada domingo en misa con tu comunidad? ¿Participas o sólo vas a Misa? ¿Qué es la Eucaristía para ti? ¿Escuchas con atención la Palabra de Dios que se proclama en la Eucaristía? ¿Sabes que es la Palabra que Dios te dirige a ti? ¿Qué le dices a Jesús cuando comulgas?
Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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