“Eso que escucháis en el oído, proclamadlo desde los tejados”
No he comenzado este trabajo por mi propia cuenta, sino que es Cristo Señor quien me ha ordenado venir a pasar, junto a los Irlandeses paganos, el resto de mis días –si el Señor lo quiere y si me preserva de todo mal camino… Mas, yo no tengo la confianza puesta en mí mismo “mientras vivo en este cuerpo de muerte” (2P 1,13; Rm 7,24)… Yo no he llevado una vida perfecta como otros fieles, pero lo confieso ante mi Señor y no me avergüenzo en su presencia, porque no miento: desde mi juventud que le conocí, el amor de Dios ha crecido en mí, igual que el temor, y hasta el presente, por la gracia del Señor, “he mantenido la fe” (2Tm 4,7).
El que quiera, pues, que se ría de mi y que me insulte; yo no me voy a callar ni esconderé “los signos y las maravillas” (Dn 6,27) que el Señor, que conoce todas las cosas, me ha mostrado muchos años antes de que se cumplieran. Por ello siempre debería dar gracias a Dios, que tan a menudo ha perdonado mi insensatez y mi negligencia, y también por no haberse irritado contra mí, que he sido dado como obispo a los fieles, ni una sola vez,. El Señor “ha tenido piedad” de mí “en bien de millares y millares de hombres (Ex 20,6), porque él veía que yo estaba disponible… En efecto, eran muchos los que se oponían a esta misión; incluso hablaban entre ellos y a espaldas mías, diciendo: “¿Por qué se mete ese en una empresa peligrosa y en un país extranjero que no conoce a Dios?” Y no era por malicia que se expresaban así; yo mismo soy testigo de ello: era a causa de ser yo tan rudo que no podían comprender el porqué había sido nombrado obispo. Y a mí mismo no me ha sido fácil reconocer la gracia que estaba en mí. Ahora, todo esto está claro para mí.
Ahora, pues, simplemente expongo a mis hermanos y a mis compañeros de servicio que han creído en mí, porque “predico y continuo predicando” (2C 13,2) con el fin de fortalecer y confirmar vuestra fe. Ojala podáis también vosotros ambicionar fines más elevados y llevar a cabo obras más excelentes. Esa será mi gloria, porque “un hijo sabio es la gloria de su padre” (Pr 10,1).
San Patricio (c. 385-c. 461)
monje misionero, obispo
Confesión § 43-47
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