“Venid a mí todos, los de Galilea, de Idumea, de Tiro y de Sidón”
Dios no ha creado al hombre para que se pierda sino para que tenga vida eterna. Este designio es inmutable. .. Porque “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4). Esta es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos. Dice Jesús “que ninguno de estos pequeños se pierda” (Mt 18,14). Y en otro lugar está escrito: “Dios no desea que se pierda una sola alma; difiere el cumplimiento de la sentencia para que pueda volver el descarriado” (cf 2Sm 14,14; 2P 3,9). Dios es veraz, no miente cuando asegura con juramento: “Por mi vida, no quiero la muerte del pecador sino que se convierta de su mala conducta y viva” (Ez 33,11).
¿Se puede, entonces, pensar sin cometer un grave sacrilegio, que Dios no quiere la salvación de todos sino sólo de unos cuantos? Quien se pierde se pierde contra la voluntad de Dios. Cada día nos llama a gritos: “Convertíos de vuestra mala conducta. ¿Por qué vais a morir, pueblo de Israel? (Ez 33,11) Y de nuevo insiste: “Por qué persisten en el engaño y se niegan a volver? Endurecieron su rostro más que la roca y se niegan a convertirse” (Jr 8,5; 5,3). La gracia de Cristo está siempre a nuestra disposición. Como quiere que todos los hombres se salven, los llama sin cesar a todos: “Venid a mí, todos los que estáis cansado y agobiados y yo os aliviaré” (Mt, 11,28).
San Juan Casiano (c. 360-435)
fundador de la Abadía de Marsella
Conferencia 13, SC 54, pag. 156
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