lunes, 25 de enero de 2021

COMPRENDIENDO LA PALABRA 250121


Gran san Pablo, ¡fuiste llevado del error a la verdad!

¡Trinidad eterna y única Deidad! ¡Deidad, esencia única en tres personas! ¿Puedo compararte a una viña con tres ramas? Hiciste al hombre a tu imagen y semejanza para que fuera marcado con la impronta de la Trinidad y la Deidad, en las tres facultades que posee en el alma única. Por eso, no sólo te es semejante sino que también se une a Tí. (...)

Gran san Pablo, habías entrado en esta verdad, tú que sabías bien de dónde venías, adónde ibas y con qué camino. Porque habías conocido tu principio y tu fin y el itinerario a seguir. Con esta consideración, las tres facultades de tu alma se unieron a las tres personas divinas. Tu memoria adhería al Padre por el claro recurso que él es el principio del que procede todo: no sólo todo lo que es, sino también las personas divinas. No podías no ver que él es tu propio principio. Tu inteligencia, unida al Hijo, al Verbo, escrutaba a fondo el orden dispuesto por la sabiduría del Verbo. Según ella las criaturas retornan a su fin, que se identifica a su principio. Tu voluntad la habías unido al Espíritu Santo amando de corazón este amor, esta clemencia. Lo sabías, ella es la causa de toda la creación, de todas las gracias que recibiste sin ningún mérito de tu parte. Sabías que en todas tus obras, la divina clemencia sólo tenía una finalidad: tu beatificación.

Por eso, un día cómo ese, llevado por el Verbo del error a la verdad, luego de haber recibido el favor de un arrebatamiento en el que contemplabas la divina esencia en tres personas, de retorno a tu cuerpo, mejor dicho, a tus sentidos, sólo retuviste la visión del Verbo encarnado. Pero estabas totalmente impregnado.



Santa Catalina de Siena (1347-1380)
terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
Conocer solamente a Jesús Crucificado (Jésus Christ notre Résurrection, Cerf, 1980), trad. sc©Evangelizo.org

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