Asunción de la Santísima Virgen María
Hoy se cumplen, de nuevo, las palabras proféticas de la Santísima Virgen María: “Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones.” Ella, por el poder del Espíritu Santo, fue elevada con su humanidad concreta al lado del Hijo en la gloria de Dios Padre.
A veces pensamos que algunas personas son santas porque nacieron así, con una aptitud especial; pero la verdad es que, antes de convertirse, muchos santos fueron grandes pecadores, como San Agustín. Lo cierto es que la santidad crece en la medida en que el creyente busque al Señor en las circunstancias corrientes del diario vivir, medite en su Palabra y aprenda a obedecer sus mandamientos y su voluntad. Esta es la santidad que vemos en la Virgen María, y ella es nuestro mejor modelo.
Reflexionando en la Sagrada Escritura y la obra de Dios en la historia de su pueblo, ella pudo entender cómo actuaba el Señor; pudo ver que Dios tiene una preferencia especial por los débiles y los indefensos y que le gusta llevar a cabo sus planes de una manera novedosa e insospechada. Mientras María meditaba y reflexionaba en la manera en que Dios había actuado, el Señor mismo la estaba preparando para el día en que la invitaría a participar personalmente en el cumplimiento de sus designios.
La Virgen no dudó en depositar, con toda su confianza, el futuro de su vida en manos del Señor, y de esa manera todo lo que le sucedió le ayudó a crecer en la fe y en el amor, segura de que Dios llevaría a cabo su obra. Cuando visitó a Isabel, su fe creció al escuchar a su prima bendecir y glorificar a Dios.
Hoy, en la fiesta de la Asunción de la Virgen María, ella nos hace ver que en el cielo hay lugar también para el cuerpo; que el cielo ya no es una esfera lejana y desconocida. Ahí tenemos una madre: la misma Madre del Hijo de Dios. El cielo está abierto, el cielo tiene un corazón. María, en Dios, es reina del cielo y de la tierra. Precisamente porque está “en” y “con” Dios, ella está muy cerca de cada uno de nosotros.
“Santísima Virgen María, sé que mi destino es llegar al cielo. Desde allí, tú nos animas con tu ejemplo a aceptar la voluntad del Padre y no dejarnos arrastrar por la fascinación engañosa de lo pasajero del mundo.”Apocalipsis 11, 19; 12, 1-6. 10
Salmo 45(44), 10-12. 16
1 Corintios 15, 20-27
fuente. Devocionario católico la palabra con nosotros
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