San Alfonso Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia
Para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado. (Mateo 13, 41)
Dado que la mala hierba y el trigo crecen juntos en los sembrados, sólo se pueden distinguir cuando crecen y dan fruto. Jesús aplica la parábola de hoy a personas justas y malvadas, pero también podemos aplicarla fácilmente a las inclinaciones buenas y malas que brotan de nuestro propio corazón.
Hay tantas “áreas grises” en la vida interior que no es fácil discernir cuáles semillas debemos cultivar y cuales arrancar. Pero en el Evangelio de hoy, el Señor nos da una clave importante: observa los efectos que tus palabras y acciones tienen sobre quienes hay cerca de ti.
Los que somos padres de familia podemos aprenderlo observando la forma como nuestros hijos reaccionan a lo que nosotros decimos o hacemos, al punto de que nos imitan a veces hasta en el modo de caminar. ¿Has tenido tú, hermano, la experiencia de escuchar a uno de tus hijos usar una mala palabra que tú has dicho o expresar una queja tal como tú las expresas? Es vergonzoso, ¿no?
Pero también puede servir para ayudarnos a cambiar nuestros propios hábitos no tan buenos.
Lo contrario de “inducir a otros al pecado” es, por supuesto, ayudarles a crecer en santidad. Queremos que nuestros hijos aprendan a ser bondadosos, honestos y generosos, y nos esforzamos mucho para que así sea. Los hijos no siempre lo ven, pero allí está. Algo similar ocurrió probablemente con Joaquín y Ana. Su hábito de rezar, su humildad y su apertura al Espíritu tuvieron un claro efecto en la Virgen María. ¿De qué otro modo pudo ella haberse atrevido a dar un decidido “sí” a la invitación del ángel?
Piensa por un momento, hermano, en las personas que han tenido un efecto positivo en tu vida, tal vez cuando ibas creciendo. Tal vez uno de tus padres, un maestro, un sacerdote, un amigo, un consejero. Como lo dice un refrán popular: “Te amo no sólo por lo que tú eres, sino por lo que yo soy cuando estoy contigo.”
Dedica tiempo hoy para expresarle tu gratitud a una de estas personas, y reza para que tu vida sea también un buen ejemplo para otros.
“Amado Padre celestial, ayúdame a dar un fruto que te agrade, para que yo sea una influencia positiva para aquellos que tengo cerca.”Éxodo 33, 7-11; 34, 5-9. 28
Salmo 103(102), 6-13
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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