Santa Clara, virgen
El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. (Mateo 16, 24)
Es muy significativo que, después de predecir su pasión, Jesús haya enseñado acerca del costo y las retribuciones del discipulado: “Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame” (Mateo 16, 24). De esta forma, establecía una relación directa entre su cruz y el llamamiento a sus discípulos, pero también estaba uniendo su destino al de ellos. En otras palabras, para ser discípulo hay que tener parte en los sufrimientos de Jesús.
Los padecimientos nos ayudan a identificarnos con Cristo. ¿Estás tú pasando por dificultades y sufrimientos? ¿Se libra en tu interior una batalla entre el bien y el mal? Jesús quiere estrecharte cariñosamente en sus brazos y te invita a morir a ti mismo, para abrazar la cruz y recibir el amor, la paz y el gozo que el Espíritu quiere derramar con abundancia en tu corazón.
Este negarse uno mismo es decirle sí a Dios y aceptar su invitación a amarlo a él y al prójimo; es vaciarse de los deseos egoístas con el fin de tener libertad para darse a los demás. Lo que hablemos, las plegarias que elevemos y hasta el testimonio de vida que demos pueden influir poderosamente en otras personas y moverlas a acercarse al Señor. Finalmente, la invitación de Cristo a tomar su cruz es un llamado a seguir los pasos de Aquel que nos amó tanto que entregó su vida por el género humano.
Así, pues, si morimos a nosotros mismos y seguimos a Jesús con toda humildad y confianza en el amor del Padre, llegaremos a ser partícipes de la pasión de Cristo, y si compartimos su pasión, también tendremos parte en su resurrección.
Como lo promete la Sagrada Escritura: “Si sufrimos con valor, tendremos parte en su Reino” (2 Timoteo 2, 12). El sufrimiento y la muerte al yo, llevados a cabo junto con Jesús, llevan al gozo de la resurrección. Como vivimos en este mundo, la sociedad nos incita a preocuparnos antes que nada de nosotros mismos, pero el Señor puede librarnos del egocentrismo y hacernos capaces de amar como ama Jesús.
“Espíritu Santo, transfórmame, Señor, en instrumento de amor y paz, para que cuando me encuentre en los valles oscuros del dolor y el sufrimiento, no me olvide del gozo de Cristo resucitado.”Deuteronomio 4, 32-40
Salmo 77(76), 12-16. 21
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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